Lluvirna
Inmigrante sin papeles

Hoy vi, en mi cielo, peces volar. Apresuradas manchitas negras sobre un azul límpido apenas interrumpido por cuatro robustas nubes enrojecidas al final del día. Pero la mente no podía asimilar semejante dislate.

¡Claro que no, los peces no vuelan, todo el mundo lo sabe!

Así que me esforcé en aguzar la vista para desvelar la verdadera esencia de aquella singular visión.

Las manchitas, tan lejanas que difícilmente se adivinaba su forma, danzaban en un suave bamboleo a merced de las invisibles y caprichosas corrientes de aire, ahora a la izquierda, ahora a la derecha y vuelta a empezar. No podían ser peces, no, ¡claro que no!

Por fin estuvieron más cerca, hasta dibujarse los diminutos cuerpos de pájaros encadenados en su vuelo migratorio hacia las tierras cálidas. Y quién se lo había de impedir, pensé, ellos no necesitan pasaportes para traspasar fronteras invisibles.


Lluvirna no supo volar sino en American Airlines, desde Bolivia, con sus ahorros de varios años y el de una parte de su familia. Decía que se llamaba así porque cuando nació “lluvirnaba y lluvirnaba” tanto, que su mamá le quiso poner ese nombre.

Ella vino hace cuatro años a conquistar, para su familia nada más, la España de la que salió Pizarro para extender nuestra riqueza y cultura.
Lluvirna da lo mejor de sí misma y enseña a los niños que cuida a “prender” la luz, aunque aún no tiene papeles para facer esa Nueva España, de la que será parte ineludible, más allá de las voluntades públicas y privadas. Vuelve a la tierra de donde partieron sus antepasados, Pizarro López, y se integra sin perder lo que nos une a ambos lados del Atlántico, una historia, una identidad lingüística por más que se nos escurran algunas diferencias que no harán sino enriquecer y dar color a nuestro acervo cultural e histórico.



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