Islandia El reino de los elfos: del blanco glaciar al negro volcánico

Dice una leyenda islandesa que Dios visitó un día a Adán y Eva sin avisar y como Eva aún no había aseado a todos sus hijos le mostró solo a aquellos que ya estaban preparados. Entonces Dios le dijo a Eva: puesto que no me has querido enseñar a algunos de tus hijos en adelante nadie podrá verles y solo se harán visibles cuando ellos quieran. Así nacieron los elfos.

Dicho esto me aventuro en la difícil tarea de intentar describir con palabras la generosidad con que la naturaleza ha dotado a la isla más joven de nuestro planeta, donde la agorafobia nunca podría existir y los blancos glaciares surgen rotundos por entre las carbonizadas entrañas de la Tierra que sucesivas erupciones volcánicas han hecho aflorar.

El humo del agua hirviente de los manantiales naturales se convierte en parte habitual de paisajes infinitos, a veces verdeantes, o de ocres ferruginosos, pero casi siempre en la gama de negros y blancos.

Para los islandeses, situados en el borde del Círculo Polar Ártico, el baño al aire libre en estas aguas, ricas en sulfatos y minerales es una de las citas del fin de semana. La famosa Laguna Azul (Bláa Lónid en islandés que es como aparece en los carteles indicadores) se encuentra solo a unos 40km al suroeste de la capital, Reykjavik (Bahía Humeante), que acoge a cerca del 50% de la población total, de unos 300.000 habitantes, y allí se dan cita los numerosos amantes de esta actividad, por lo que es aconsejable utilizar sus instalaciones cualquier otro día de la semana.

Imprescindible saber
Cuando viajamos a este destino pensamos que vamos a pasar mucho frío rodeados de glaciares. Esta es una idea parcialmente acertada ya que la Corriente del Golfo baña el sur de la isla y la templa, mientras que los vientos que provienen de la vecina Groenlandia la enfrían cuando soplan en dirección al este, por ello las temperaturas oscilan entre los 0º en el invierno y los 20º en la temporada de verano, con la ventaja de poder disfrutar desde junio a finales de julio de los interminables días de luz (las noches bancas) que permiten largas jornadas dedicadas al turismo.

Lo más recomendable para aquellos que no sean aficionados a la aventura es, pues, viajar entre junio y septiembre, cuando las temperaturas oscilan entre los 8º y 15º la mayor parte del tiempo y la luz diurna ilumina los paisajes desnudos, sin árboles, sin construcciones, animales o personas, sin contaminación
Para recorrer la isla y dar la vuelta por la Ring Road, la carretera principal y única que la circunvala, se puede optar por contratar alguno de los viajes en grupo que ofrecen en número creciente los operadores turísticos o bien alquilar un vehículo, a ser posible un todo terreno, y dejar en manos de una agencia o a través de Internet el hospedaje, aunque mi recomendación es hacer el viaje con un vehículo de alquiler para poder detenerse en cualquiera de los espectaculares paisajes que encontramos por el camino y no solo en los que dictan las guías de turismo.

Islandia es un país relativamente pequeño 103.000km (500km de este a oeste y 300 de norte a sur) y puede darse la vuelta a la isla cómodamente entre 12 y 15 días, sin embargo hay que tener previsto dónde dormir cada jornada pues los alojamientos en la mayor parte de la isla son contados y suelen estar reservados con bastante antelación. Queda, claro está, la opción de dormir en el coche o en tienda de campaña, pero los campings no suelen contar más que con el suelo y las instalaciones sanitarias. Hay que estar preparados para prescindir de lujos, pues la mayoría de los alojamientos son simples granjas acondicionadas para el turismo mientras que los hoteles de alta gama son contados, salvo en las ciudades más pobladas.

Pero éste es un país para disfrutar de la naturaleza. Los primeros pies se posaron en la isla en el siglo IX cuando llegaron unos diez mil colonos vikingos noruegos, pero no fue hasta algo más adelante cuando las gentes que huían del duro sistema feudal reinante en Noruega decidieron elegir esta isla para asentarse y fundar su primer sistema democrático de gobierno.

El primer Parlamento del mundo
Efectivamente Islandia, pese a su joven formación geológica (tan solo 20 millones de años), es el primer país del mundo en crear un Parlamento, del que además no podían formar parte los nobles (ya que de su tiranía venían huyendo), nacido justamente en el actual Parque Nacional de þingvelir (Thingvelir en nuestra grafía), el lugar del mundo donde mejor se aprecia la separación de las placas tectónicas del continente eurasiático y el americano. Es impactante pensar mientras se observa la enorme grieta que algún día Islandia se partirá en dos por ese lugar.

No lejos de este energético enclave se encuentra uno de los fenómenos de la naturaleza que ha dado nombre al mismo fenómeno en otros países, se trata de Geysir (surtidor), el mayor surtidor de agua hirviente conocido.


Aguas de un azul glaciárico y un fuerte olor a azufre (vulgarmente conocido como olor a huevos podridos) caracterizan el lugar, amén del surtidor que se reproduce cada pocos minutos y estalla en dirección contraria a la gravedad surcando el espacio en unas decenas de metros mientras los turistas se afanan en capturar su efímera imagen.
A unos pocos kilómetros surge la mágica Gulfoss, de una belleza tal que a principios del sXX provocó que la granjera Sigridur Tómasdóttir, que disfrutaba de ella en su finca, se enfrentase a las autoridades de la capital ante la perspectiva de que se explotara la fuerza de sus aguas para una central hidroeléctrica, llegando a amenazar con arrojarse desde lo alto de la cascada si el proyecto se llevaba a cabo, y aunque su treta no sirviera para mucho pues finalmente fue alquilada a una empresa extranjera para su explotación, al no pagar aquella una de las cuotas, Sigridur recuperó la plena propiedad y más adelante un protegido de la familia compró la finca y la donó al estado con la condición de mantenerla siempre como reserva natural.
Gulfoss(foss significa cascada o catarata en islandés) es una impresionante catarata, de 32m de caída y hasta 70m de profundidad en algunas zonas, cuya fuerza genera casi permanentemente un espectáculo adicional: el arco iris y como telón de fondo el glaciar Langjökull. De aquí hasta Vik, en la costa sureste, acompañan la ruta glaciares, las cascadas Seijalandsfoss y Skogafoss, entre otras, caballos y ovejas, y ningún árbol.
Pero uno de los más sorprendentes espectáculos se encuentra unos kilómetros antes de alcanzar Vik, se trata de la playa de basalto en Dyrhólaey, digna de haber inspirado la cuna de cristales de cuarzo del mítico Superman.
Desde este punto el recorrido por la costa este de la isla se transforma. No en vano el mayor glaciar de Europa y uno de los mayores del mundo, el Vatnajökull , hace sentir su presencia en todo el paisaje. Como una premonición de la majestuosidad que se aproxima se atraviesa el desierto Kirkjubaejarklaustur cuyas tierras fueros destruidas en el s.XVIII por el volcán Laki, uno de los más potentes de la historia, y más adelante el desierto de Skeidarársandur, unos 1000km de arena, cieno y grava, altamente traicioneros pues su aspecto es sólido pero se trata de un suelo casi movedizo, justo antes de llegar al parque de Skaftafell en uno de los accesos al Vatnajökull. Una de las vistas más hermosas de sus hielos la tenemos desde Svartifoss, la cascada negra, denominada así por la piedra basáltica que le sirve de telón de fondo.



Jokulsárlón: La laguna de James Bond
Inmediatamente en la costa, los deshielos de los casquetes menores del gran señor de blanco manto ha creado una bella laguna, Jokulsárlón, cuyos grandes bloques de hielo ancestral con 1000 o más años de antigüedad, flotan en sus aguas de azules árticos decorando picos y oquedades, todo lo cual le valió ser elegida para el rodaje de algunas escenas de persecución “ártica” de James Bond en la película “Panorama para matar”.



La ascensión de 265km por el litoral este hacia el norte, hasta Egilsstadir, por una Ring Road al límite de los acantilados y bordeando fiordos pespunteados por playas de oscuras arenas y lagunas de magnéticos azules, no incita a imaginar el coqueto y colorista Seydisfjördur al que arriban los ferries procedentes de Suecia y Noruega. El camino cuesta abajo serpentea como el agua que se desploma de cascada en cascada por las laderas del Vatnajökull en su deshielo.
En el recorrido hacia el noroeste se atraviesa el Parque Nacional Jökulsárgljúfur cuya traducción es “cañón del río glaciar”, es un paraje inhóspito y desértico de una belleza lunar, cuyo nombre tiene naturalmente que ver con los 30km de garganta formada por los aluviones procedentes de las coladas del Vatnajökull cuando se produce una erupción.El simple deshielo perpetúa esta hendidura de 500m de ancha y hasta 100 de profundidad como podemos finalmente observar en Dettifoss, con su vertiginosa caída de 44m por los que se desploman 500m cúbicos por segundo.
Se puede ascender hasta Ásbyrgi y hacer el recorrido del cañón por la otra orilla donde la vista de la cascada es aún más impresionante, pero desde aquí es preciso transitar 19km por una pésima pista que nos lleva de nuevo a la Ring Road ó N1 y en quince minutos más estamos llegando a los baños geotermales Námafjall, en las proximidades del lago Mývatn. Justamente bajo la zona de Namafjall discurre la dorsal oceánica entre las placas tectónicas euroasiática y norteamericana y se aprecian perfectamente las fisuras por las que surge el azufre acumulado que transforma las laderas de sus colinas en múltiples tonos del ocre al amarillo dando el aspecto de las betas del mármol.

Los islandeses consideran este paraje de visita obligada una vez se ha tomado la determinación de llegar hasta el norte. La zona del lago está situada sobre el dorsal atlántico, razón por la que el terreno que lo circunda y el propio lago son un claro exponente de la actividad magmática sobre la que se asientan y en particular se aprecia en la zona noreste donde la superficie parece un caldo en ebullición cuyas burbujas hubieran “reventado”.

Según las investigaciones científicas toda la zona era un enorme glaciar hace tan sólo 10.000 años y su aspecto actual con sus 37km de superficie y sus 2 a 2,30m de profundidad, data de hace unos 2.000 años, del comienzo de nuestra era, como resultado de diversas manifestaciones volcánicas que han llegado en las inmediaciones hasta 1984 y que amenazan con repetirse en la fisura de Krafla y provocar un cataclismo similar al que dio origen al lago tal y como lo conocemos hoy.

Pero estos oscuros pensamientos los dejamos en el guardarropa de los Nature Baths Mývatn para sentir a la madre Tierra viva bajo los pies. Es una experiencia única: lo más próximo que un cuerpo humano puede estar de las entrañas de nuestro planeta.

Vuelta a la civilización
Husavik – Akureyri - Blonduos

Hacia el Norte, Husavik, un lindo puerto desde el que en los días buenos salen barcos para avistamiento de ballenas. Si el tiempo no acompaña se puede visitar su exótico museo fálico y disfrutar de una buena comida en algún restaurante del puerto.

Camino de la ciudad más bella de Islandia, Akureyri, es obligada la visita a la cascada de los dioses, Godafoss, un hermoso salto que toma su nombre del hecho histórico según el cual un portavoz del parlamento vikingo arrojó a sus aguas los ídolos de los dioses nórdicos como símbolo de su ruptura con ellos y la definitiva adhesión a la religión católica de los islandeses.

La entrada en Akureyri a lo largo de una lengua-carretera que atraviesa el fondo del fiordo de este a oeste lleva de inmediato al corazón de la ciudad en el que a poca distancia se encuentran la iglesia nueva en la misma calle del famoso restaurante Bauttin, el centro peatonal y el jardín botánico. Su clima es benigno pese a estar a tan solo 100km del Círculo Polar Ártico gracias a lo cual se puede pasear entre sus casas de madera del XVIII.

Ahora los paisajes han recobrado su verdor y es posible incluso comer al aire libre en alguna de las áreas de descanso con mesas y asientos de madera, algo tan rudimentario como bucólico y en consonancia con la visita al Museo granja Glaumbaer (a la altura de la carretera 762 con dirección al norte) donde se aprecia cómo vivían los islandeses hace novecientos años en casas sumergidas bajo techos de musgo, más tarde sustituidas por las de madera al estilo danés.

Blonduos, un pequeño poblado con bonitas vistas a la bahía en que está enclavado y con una magnífica iglesia moderna de hormigón que la vigila desde una loma, es el principio del descenso por la cara este de Islandia por la Ring Road o N1.

La Península de Snaefellsnes y Julio Verne
Aunque los kilómetros que separan un punto de otro en el trayecto no sean excesivos, es difícil alcanzar velocidades que superen los 50km/h y si a ese hecho le sumamos las múltiples paradas para disfrutar del aire limpio y de los cambiantes paisajes, sabremos ya desde los primeros días que vamos a pasar la mayor parte del tiempo en el automóvil. Pero no hay que preocuparse porque el concepto de atasco en Islandia corresonde a una concentración de algo más de cinco vehículos.

Antes de adentrarnos en la península de Snaefellsnes, vale la pena visitar el manantial de Deildartunguhver, la mayor estación de aguas termales de Islandia. Las ciudades de Akranes (64km) y Borgarnes (34km) se abastecen de este agua caliente que mana a 100ºC a un ritmo de 180 litros por segundo y es transportada por enormes tuberías hasta su destino donde sirve también para calefactor los hogares.

El manantial, no explotado para baños, se encuentra poco antes del cruce que conduce a Reykholt, Husafell y al segundo glaciar más grande de Islandia, el Langjökull, a unos 18 km de Husafell, por una pista pedregosa y apocalíptica que bordea un río, de aguas rápidas provenientes del deshielo, entre cubos de basalto.

A unos 39 km del manantial se encuentra Borgarnes. Se accede a la ciudad por una fina lengua de tierra dedicada a la carretera que va de un lado al otro del fiordo en que se encuentra esta ciudad con bellas vistas a la bahía.

La costa sur de la península tiene algunas playas practicables, zonas donde es fácil ver focas cerca de la orilla y multitud de aves diversas. La carretera, plagada de hermosos parajes, acantilados y lagunas originadas por los deshielos del Snaefellsjökull, va en paralelo al mar y la montaña hasta Arnastapi desde donde ya estamos por debajo del glaciar coronado por el volcán al que llaman de Julio Verne porque fue el elegido para el descenso en su novela Viaje al fondo de la Tierra y seguramente también porque su verdadero nombre, Snaefellsjökull, es casi impronunciable.

Rif está en el extremo noroeste de la península y es uno de los pocos lugares en que se pueden reponer los estómagos por ejemplo en el “Koffee Hus”, con antiguos recuerdos de familia y calor de hogar.
En el extremo noreste de la península se encuentra la bella iglesia moderna de Sykkishhalmury cuyos acabados en blanco contrastan como en un cuadro hiperrealista con el azul celeste, el verde de la pradera que la rodea y los negros de las rocas volcánicas.
Desde aquí el retorno por Borgarness y el túnel que la conecta con Reykjavik se hace corto.

Ya solo queda despedirse de los elfos, si es que hemos conseguido ver alguno, y de la magia de las termas, de los paisajes fantasmagóricos de tierras resquebrajadas por antiguas microerupciones… nos despedimos de Islandia regresando al punto del que partimos, Reykjavik.

Hay un bella excursión desde la bahía para avistar ballenas y aproximarse a la isla donde abundan los frailecillos y de regreso contemplar la magnífica vista de la ciudad coronada por la Hallsgrimkirkja, la iglesia vikinga que asemeja el casco de un guerrero.


Y si uno quiere conservar el espíritu del frío islandés no hay cómo despedirse sino tomando unas copas en el Ice Bar (el Bar de hielo), una curiosidad construida dentro de otro local, a base de bloques de hielo imitando grandes ladrillos, con barra y asientos de hielo, todo ello después de una sabrosa cena en el Fish and Chips, posiblemente el mejor pescado que hayan comido nunca.