El Hierro Una isla para soñar

Bastan 278 kilómetros para que la naturaleza juegue todas sus cartas, desde campos desiertos de lava hasta bosques de pinos y laurisilva. La isla de El Hierro, una de las islas Canarias, la más apartada de la costa africana, y la más joven pese a su antigüedad de 1,2 millones de años, es de origen volcánico y en las distintas fases de formación fue tomando el aspecto de “Y” que tiene actualmente.

Cristóbal Colón recaló en ella en su segundo viaje a América para aprovisionarse de agua y alimentos y en espera de mejores vientos para su flota. Permaneció en la isla, todavía habitada por indígenas, durante 17 días y reanudó la navegación un 3 de octubre de 1493.

Desde 1996 se está llevando a cabo un programa de desarrollo sostenible a través de varios proyectos que pretenden convertir la isla en un modelo, a escala real, de cómo aunar desarrollo humano y social compatibilizándolo con la conservación del medio, el entorno y las tradiciones.

En el año 2000 fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO y este hecho junto a lo alejado de su emplazamiento geográfico la han convertido en un pequeño paraíso para amantes de la naturaleza y del senderismo.
Sus dos municipios, Valverde y Frontera, cuentan con una población de algo más de 10.000 habitantes por lo que las excursiones por sus carreteras, en muy buen estado aunque de doble dirección, son casi en solitario y el turista se encuentra con la naturaleza frente a frente en un silencio solo quebrantado por el susurro del viento y el canto de alguno de los pájaros fringílidos, canarios, abubillas, jilgueros, petirrojos, mirlos, paseriformes, tórtolas, halcones, águilas, palomas, búhos chicos, codornices, perdices, lechuzas, cernícalos o gaviotas que pueblan sus cielos.
Como la isla es muy montañosa sobre todo teniendo en cuenta su área, conviene alquilar un vehículo si no se va en una excursión organizada por algún tour operador. La cumbre más alta es el Pico de Malpaso con 1500 msnm así que los recorridos implican un continuo subir y bajar empinadas carreteras pero con una vistas panorámicas que cortan la respiración.

El clima es bastante homogéneo todo el año y las temperaturas en el invierno suelen estar en torno a los 20 grados en la costa norte. Llueve en escasas ocasiones y cuando lo hace es en las zonas más altas donde la temperatura puede llegar a descender hasta los 10 grados en el invierno. Por ello no hay ríos y los cultivos se nutren del riego artificial que está canalizado por toda la isla. La temperatura del agua del mar se mantiene a 18º en invierno y a 20º en verano y las diferencias de altitud se traducen en una media de 26º en la zona norte en el verano y unos 30º en el sur, la costa más árida.

Visita de la isla en dos días

Día primero: de Valverde al Pozo de la Salud
El recorrido de la isla es fácil de hacer en coche. Si hemos elegido pasar nuestra primera noche en Valverde, capital de la isla o en otro lugar, recomendamos hacer las reservas por Internet o con cualquier agencia de viajes con antelación ya que el número de plazas hoteleras es limitado.

Yo elegí el Hotel Boomerang situado en una de sus empinadas calles que a ratitos se asoman al mar. Es un dos estrellas pulcro y muy nuevo, con baño en las habitaciones y posibilidad de desayunar un exquisito zumo de naranja, u otra fruta de las cultivadas en la isla, café de primera y una barrita de pan tostado con ajo y aceite de oliva y sal. En la isla hay buenas plantaciones de otros cítricos, plátano, piña, papaya, aguacate, uva, melocotón y albaricoque, higos y almendras.

Un desayuno alternativo para golosos puede hacerse con las famosas y exquisitas quesadillas herreñas, un dulce a base de huevos, anís, leche, harina y queso herreño. El queso, con denominación de origen se elabora con leche de oveja, de cabra y de vaca y se exporta solo al resto del Archipiélago y a la Península.

Otra opción próxima al Puerto de la Estaca o al aeropuerto es el Parador Nacional Timijiraque enclavado en una bella playa de arena negra donde justo hace un siglo se situaba el meridiano 0 antes de que se cambiara al de Greenwich. Se trata de un cuatro estrellas, con el único inconveniente de que la carretera por la que se accede al hotel se corta un par de kilómetros más arriba y para cualquier recorrido hay que regresar a la Estaca o a Valverde. Pero si se van a pasar varios días en la isla y el bolsillo se lo permite, no lo duden.

Por la mañana recojo mi coche de alquiler y salgo en dirección sureste camino de El Pinar y La Restinga. El paisaje es cambiante y los tonos de las laderas también. Conforme se asciende hacia El Pinar desde Valverde se hace patente que el nombre no se lo han puesto en balde. En la costa este la paredes de los acantilados son oscuras, rojizas amarillas como el oro, ocres, mientras en el norte, en el Golfo, el verde llega hasta la carretera y amenaza con invadirla.

Llama la atención la extrema limpieza y la magnífica señalización, los muchos miradores con zona de aparcamiento donde las vistas panorámicas cortan la respiración, y para amantes de “hacer camino al andar” senderos perfectamente indicados.

El mirador del Pinar y el descenso a la Restinga es de una belleza sobrecogedora. El pueblo cuenta con un puerto pesquero a donde llegan las capturas de sargos, cabrillas, morenas, viejas y listados.

En el camino a La Restinga surgen como un paisaje fantasmagórico los Lajiakes, cráteres volcánicos que han adoptado formas fantásticas emulando un mar de troncos retorcidos. Es un espectáculo único.

Desde la Restinga hay que ascender nuevamente y adentrarse por los pinares que han dado nombre al pueblo para cruzar hacia el Valle del Golfo por el Brezal, la cresta de la isla. Un recorrido en el que dominan los verdes de pencas, ágaves y hayas gigantes que se entremezclan con los de las sabinas, ya escasas pero muy abundantes en otro tiempo, los pinos, el brezo y una selva densa de Laurisilva.



Desde el mirador de Bascos surge espléndida la vista del Valle del Golfo, con sus 14km en cuyo extremo norte el mirador de La Peña, construido por César Manrique, artífice de la recuperación de la isla de Lanzarote, ofrece otra vista incomparable. Parece una oquedad en la montaña y de hecho lo es pues surge en el periodo medio de erupciones entre los años 4000 y 1000 aC debido un derrumbamiento del terreno que provocó un enorme tsunami.

Estamos en el municipio de Frontera con su pueblito en el que destaca ya desde lejos la Iglesia de la Candelaria con un campanario exento desde el que la vista de El Golfo, ya inmerso en él, es también excepcional. El lugar es perfecto para un almuerzo a base de “papas arrugás” (pequeñas y hervidas con piel en agua de sal) con mojo picón (a base de pimentón, ajo y aceite) o mojo verde (con cilantro, ajo y aceite) que los isleños acostumbran a tomar acompañadas de algún pescado local o carne.

Con el estómago lleno prosigo hasta mi próximo alojamiento: el Pozo de la Salud, junto a Sabinosa, un hotel tres estrellas balneario, al borde del mar, delicioso, situado en las proximidades del Valle del Golfo en dirección al sur de la isla por su cara norte.

El hotel incluye una oferta termal a base de vendas frías y envolturas de chocolate, te y otras sofisticadas variedades y masajes que comprenden el de piedras volcánicas.

La luz permite aún en invierno ver con luz de día hasta pasadas las 18h así que todavía se puede seguir camino al sur de la costa para visitar al atardecer la bellísima playa del Verodal de arena de lava, negra.

Ahora el paisaje es pura lava, grandes farallones se adentran escarpados en el mar exponiendo sus vientres y concavidades a las espumas de las olas que se abalanzan sobre ellos. No obstante la aridez del paisaje, en la playa del Verodal las plantas autóctonas, yucas, chumberas, están florecidas. Aquí tuvo lugar la única erupción de la que tenemos documentos, fue la del volcán Lomo Negro, en 1793 junto con un fuerte terremoto.

Hasta aquí han sido 160 kilómetros intensos, a unos 20km/h dejando que la naturaleza invada todos los sentidos así que de regreso al hotel cierro el día con el del gusto probando en su coqueto comedor una copa de semiseco blanco herreño con denominación de origen afrutado y exquisito, junto a un delicioso queso herreño semicurado con un saborcito a ahumado que encandila el paladar. Los vinos Viña Frontera cuya uva se cultiva en el Valle del Golfo cubren toda la gama desde el blanco al tinto, rosado y dulce y se exportan a la Península.

Día segundo: de los Roques de Salmor en el Valle del Golfo a Tamaduste y la Caleta
Camino del mirador del Pozo de las Calcosas y de Echado, un pueblito que me recomienda cariñosa la recepcionista indicándome que hay bellísimas casas construidas respetando el entorno y recuperando materiales herreños, se puede pasar ahora por el nuevo túnel de casi 3km de longitud que permite llegar a estos dos destinos sin retroceder así que me acerco primero a los Roques de Salmor, dos islotes que son Reserva Natural Integral, en el extremo norte del Valle del Golfo donde se encuentra el Hotel más pequeño del mundo “Punta Grande”, con tan solo tres habitaciones y los Bugalows Roques de Salmor. Está situado en un espigón sobre el mar entre acantilados batidos por olas que se estrellan contra los riscos de un negro brillante como el acero. Es la zona llamada Las Puntas. Es en esta zona donde aún se conservan ejemplares del lagarto gigante, de hasta 75 cm de longitud y único en su especie.

El túnel que conduce al otro lado del Golfo atraviesa una montaña volcánica, luego viene el descenso hasta el Pozo de las Calcosas, pronunciado, pero vale la pena la vista desde el pueblito con su Iglesia diminuta y luego subir a Echado. El camino es confuso, no está bien señalizado desde esta parte de la isla pues se supone que la mayoría de la gente llegará desde Valverde pero perderse por sus vericuetos de viñas y chumberas forma parte del atractivo del recorrido y cualquier lugareño puede indicar el camino.

La carretera sigue luego hasta el Tamaduste y la Caleta dejando a un lado Valverde adonde ya no es preciso entrar si no se desea. El primero, al pie del acantilado, al este de la isla, forma una especie de piscina natural protegida por su proximidad a la vertical y el segundo, lugar de veraneo y muy próximo al aeropuerto y al Puerto de la Estaca, está en plena remodelación con un paseo marítimo en madera de teca y piscinas artificiales públicas construidas sobre las rocas junto a las aguas marinas de un gusto delicado y modernista.

Y si después de todo esto se enamoran de la isla, aún les quedará por ver el Garoé (árbol de la vida), el lagartario próximo a Frontera, la Ermita de la Virgen de los Reyes y otros muchos encantos para paladares exquisitos.


Cómo llegar y cómo alojarse
La isla cuenta con Aeropuerto y un Puerto Marítimo a los que se llega con facilidad desde las islas próximas, Tenerife, la Gomera o la Palma. Dos ferrys, uno rápido con las líneas de Fred Olsen y otro más lento (2 y 4horas respectivamente desde el puerto de Los Cristianos en el sur de Tenerife) con la compañía de ARMAS, nos acercan al Puerto de la Estaca en El Hierro. La compañía Fred Olsen facilita también el traslado desde la capital tinerfeña, Santa Cruz de Tenerife, en el Norte de Tenerife, pero también existe transporte público.

En el verano hay conexión diaria con la isla pero en el invierno los sábados no es posible regresar de El Hierro a Tenerife.

Hay vuelos internacionales a los dos aeropuertos de la isla de Tenerife, Los Rodeos en el Norte y el Reina Sofía en el Sur a tan sólo 20 minutos de taxi del Puerto de los Cristianos.

En el Puerto de la Estaca y en el Aeropuerto de El Hierro hay taxis y unos 20 minutos de recorrido hasta Valverde o unos 15 al Parador Nacional.


Binter Canarias
Aéreo
Teléfono: (34)902.391.392
web: http://www.binternet.com/

Islas Airways
Aéreo
Teléfono: (34)902.477.478
Líneas Fred Olsen
Marítimo
Teléfono: (34)902.100.107
web: http://reservas.fredolsen.es

Sociedad cooperativa Transportes Viajeros Isla de El Hierro
Terrestre
Ver recorridos y horarios de guaguas

Naviera Armas Marítimo www.navieraarmas.com

Más información práctica en la web del cabildo Insular
http://www.elhierro.es/
Para alojarse
http://www.canary-travel.com/index-es.html

Una joya en el corazón del Sahara


El Parque Nacional del Tassili
El mayor museo al aire libre del mundo de pinturas rupestres


"El desierto no se cuenta, se vive”, decía el malogrado escritor nigeriano y reconocido líder tuareg Mano Dayak, responsable de localizaciones de la película El cielo protector, basada en la novela de Paul Bowles. Y no le faltaba razón pues no hay palabras capaces de hacer resucitar el impacto de sus paisajes.

Situémonos en el sudeste de Argelia; entre Libia, Níger y Mali se encuentra posiblemente el mayor museo al aire libre del mundo de pinturas rupestres prehistóricas. Más de 15.000 dibujos y grabados, cuyo origen se remonta al año 10.0000 a.c., ornamentan lo que hoy es un desierto rocoso en el Parque Nacional Tassili N´Ajjers, incluido desde 1982 en la Lista de bienes del Patrimonio Mundial por la UNESCO por su valor geológico, de una abrupta belleza que invita por sí misma al turista de aventura.

Recorrer este paisaje lunar guiados por expertos Tuaregs, los “hombres libres”, como se autodenominan, nos permite revivir los primeros siglos de nuestra era a través de las escenificaciones de migraciones, de la climatología, de la vida cotidiana de los habitantes de la Edad de Piedra del Sahara, en otro tiempo bañado por abundantes ríos y bendecido con verdes pastos y ricas cosechas.

Pero como sucede con todo lo bueno es preciso hacer méritos para alcanzarlo, y llegar a la meseta del Tassili no es la excepción.

Argelia es un país con una democracia joven. Sus habitantes hablan en su mayoría francés, además de árabe, debido a la colonización francesa que terminó en 1965, son gente amable de una eficacia poco occidental, cargada de reglas de seguridad y protección cuya utilidad puede ponerse en tela de juicio. Aquí los Tuareg, los hombres que se cubren el rostro en lugar de hacerlo las mujeres a partir de la pubertad, forman una población de unos 25.000 habitantes.

No podemos entrar al país con prismáticos, están prohibidos y serán requisados en el aeropuerto hasta la salida. No podemos llevarnos nada que se considere parte de su patrimonio (incluidos saquitos con arena del desierto).

La ascensión a los parajes donde se encuentran las pinturas más conocidas de la “Meseta de los bueyes” (Tassili N´Ajjers en la lengua de los tuareg, “tamahaq, tamajaq, o tamasheq”) es dura para quienes no están acostumbrados a hacer marchas, a realizar subidas sin caminos marcados y por terreno pedregoso o para quienes el calor es un inconveniente, pero el espectáculo geológico y artístico merece cualquier esfuerzo.


Djanet: la puerta del Tassili N´Ajjers
Volamos rumbo a ese ansiado destino 1.500 kilómetros al sudeste, próximos a la frontera con Libia, desde la única capital del mundo que posee tres teleféricos, Argel, hasta el corazón del Sáhara, un desierto de ocho millones de kilómetros cuadrados, hasta alcanzar el aeropuerto de Djanet.


Djanet, con unos cuantos miles de habitantes, es el oasis más próximo a la zona por la que se asciende al macizo de 114.000 km cuadrados donde se encuentran las pinturas rupestres objetivo de nuestro viaje. En él tienen sede las agencias de viaje que organizan las visitas al Parque Nacional del Tassili N´Ajjers, con un pequeño museo etnográfico, un zoco con algo de artesanía local y un solo hotel, el Zriba, con algunas habitaciones con ducha.

A las afueras otro Hotel el Tenere, de parecida categoría, con aire acondicionado, pero sobre todo situado en un enclave en el que se disfruta de unas hermosas vistas del macizo al que ascenderemos por la mañana.

Temprano, aunque no lo suficiente pues ya el sol está calentando, comienza la ascensión al macizo de formación volcánica de unos 480 km de longitud, por el puerto de Tafalelet y conviene saber que nuestro objetivo se encuentra a 1.400 metros s.n.m y que partimos desde unos 1.000.

Los guías tuareg nos proporcionan la comida y el agua mineral necesaria pero cada cual debe transportarlo. Es bueno beber poco, llevar algún humidificador para las fosas nasales, protector solar de protección 30 o más, gafas de sol, calzado muy cómodo y resistente para caminar entre piedras de gres en un ascenso sin senderos donde a veces es preciso trepar. Unas cuatro horas con varias paradas para recobrar el aliento y para tomar un bocado que nos permita recuperar el azúcar que perderemos en el esfuerzo, nos separan de una gran planicie por la que caminamos cuatro horas más sobre un suelo de piedra volcánica.

La comida para toda la estancia en la meseta y el equipaje irán en burros que suben por un camino más largo y menos escarpado.


El paisaje es sobrecogedor por lo abrupto, pero como el calor va apretando conforme avanza el día es preciso no detenerse más que lo imprescindible para recobrar el resuello o para impedir que nos afecte el mal de altura. Es mejor no preguntar nunca ¿cuánto queda? La respuesta, si la hay, además de una sonrisa, será imprecisa y poco informativa pero absolutamente real, pues cada grupo, cada persona, tienen un ritmo y hay que respetarlo. En un recorrido que los tuareg pueden realizar en 1 hora, nosotros tardamos el triple.



El ritual de los tres tes
Por fin llegamos a nuestro campamento dejando atrás quebradas, cañones y gargantas que en otro tiempo fueron testigo de verdes valles transitados por pueblos casi siempre nómadas.

Los burros ya han llegado y el cocinero prepara la cena mientras otros ayudantes se ocupan del te.

Los tuareg beben tres tes con hierbabuena y azúcar: se dice que el primero es amargo como la muerte, el segundo fuerte como la vida, el tercero dulce como el amor. Dicen también que aquel que habiendo llegado en el momento de prepararlo no desea participar del ritual, ha de avisar pues si no dice nada y no los bebe, estará obligado a pagar por ellos.

La cena llega inmediatamente después, harira (la sopa), pollo con patata y verdura en salsa, dátiles de postre, a la luz de la lumbre con la que han cocinado y de un pequeño candil de gas amén de una luna casi llena. Enseguida del corro de nuestros acompañantes tuareg comienzan a surgir cánticos y percusión con los bidones de agua vacíos, mientras otros miembros del equipo de acompañantes nos montan las tiendas.

El cielo pintado de estrellas con la constelación de Orión velará nuestros sueños y el silencio se hará rumor.

Tamrit y Sefar
Amanece a las 6 y hace bastante fresco a pesar de estar a finales de abril. Tras el desayuno con pan tostado al fuego y café de puchero salimos para ver las pinturas de Tamrit. Las dataciones están aún sometidas a debate. Entre las más modernas de esta zona se encuentran las figuras de las mujeres con falda.

Desde que el explorador francés Henri Lhote estudiara el Tassili en 1956, los expertos las han clasificado con arreglo al tipo de imagen más representativa en cuatro grupos: el Cazador (6000 a 4000 a.J.C, mediados de la Edad de Piedra); el Pastor (4000 a 1500 a.J.C finales de la Edad de Piedra); el Caballo (1500 a 600 a.J.c); y el Camello (a partir del 600 a.J.C) cuando el Sáhara ya era prácticamente un desierto.

Abrigadas de la erosión del agua y del viento en las oquedades de las formaciones rocosas, reproducen escenas de la vida cotidiana, algunas sorprendentes por lo inmutable de su reiteración a lo largo de los siglos, como la figura del hombre en actitud de pegar a la mujer, si bien las más abundantes escenifican el cuidado del ganado o participación en actos sociales.



Se trataba en un principio de cazadores pues las imágenes no recogen figuras de animales domésticos y en cambio el Bubalus Antiqus (extinto hacia el 5.000 a.c.), las jirafas y otros grandes animales africanos aparecen con profusión.


Coincidiendo en parte con este momento estaría lo que otros científicos como Lhote han denominado el periodo de las Cabezas Redondas con un gran contenido simbólico que sería consecuencia de manifestaciones de orden ritual o religioso. Este es el caso de una de las representaciones más conocidas, el llamado Gran Dios, situado en la zona de Sefar, adonde llegamos por la tarde tras una buena marcha de varias horas.

El regreso y la visita del Oasis Ihr
De regreso a Tamrit encontramos a los burros y nuestro equipo de acompañantes en el mismo campamento de la última vez. Nuestro guía, Laid, nos conduce con increíble precisión, girando en puntos donde una piedra, un montículo de arena más rojiza o alguna acacia semiseca son la única referencia para cambiar el rumbo. Seguimos viendo pinturas en Tan Zumaitek por la tarde tras haber cruzado la zona de Tin Tazarift (más planicie de suelo volcánico) y a la mañana siguiente nos despedimos del pequeño pájaro del desierto, el mula mula, una tarabilla blanca y negra, que nos ha acompañado en todas nuestras paradas y se dice que siempre es portador de noticias. Luego comenzamos el descenso.

La ducha en el Tenere se agradece más que si se tratara de un hotel de lujo y este placer no es más que un pequeño anticipo de nuestra excursión al día siguiente al Oasis Ihr.

Apenas 200 kilómetros nos separan de este bello paraje pero es preciso casi el día completo para alcanzarlo pues buena parte de ellos se realizan a través del desierto de arena.

En el camino una magnífica sorpresa: los grabados de Tin Teghert en la depresión de Dider. Aquí hay un vigilante que nos “invita” a descalzarnos para poder pisar sobre la piedra en la que se dibujaron bueyes, jirafas, gacelas, con magnífico trazo y nitidez. Algunos de estos animales tienen grandes dimensiones (incluso mas de cinco metros) y en el interior alojan multitud de pequeños diseños.

Seguimos camino a Ihr y comemos bajo una espléndida acacia que casi en solitario adorna la gran extensión de arena en la que unos cuantos dromedarios descansan impasibles bajo el sol. Mahdi, nuestro conductor y guía, nos muestra el libro que ha editado con una artista francesa con los proverbios tuareg que el conserva en su memoria. Leemos y comemos y, mientras descansamos, Mahdi se ocupa de preparar los tres tes.

Alcanzamos el oasis al atardecer y nos acomodamos en el único “camping”. La “ducha” es un cuartito efectivamente con un plato de ducha pero sin agua corriente por lo que el sistema es echarse un cubo de agua del tiempo (es decir más que templada) por encima. Una serie de cabañas circulares de barro y piedra con techumbre de paja y suelo de arena completan el camping y preferimos dormir bajo el techo del mundo desde el que miríadas de pequeñas luces nos alumbran.

Mahdi nos enseña juegos de inteligencia y astucia y por la mañana nos despierta el olor al café de puchero que nos ha preparado precediendo unos minutos a nuestro baño en las frescas y limpias aguas del oasis.

Todavía con el pelo húmedo emprendemos el regreso y comemos bajo otra acacia próximos a una planta a la que Mahdi denomina kranka (Calotropis Procera). Aunque de hermoso aspecto, su savia blanca es altamente venenosa y puede producir ceguera, pero los dromedarios comen su fruto hueco, parecido a un mango verde.

Con el calor nuevamente adherido a nuestro cuerpo proseguimos camino. El cielo empieza a enturbiarse y apenas se distingue de la línea de arena del horizonte. Poco a poco se nos echa encima y ya no vemos nada más que una masa turbia de aire. Mahdi tiene que detener su Toyota 4x4, la arena azota los cristales y envuelve nuestro proverbial refugio. Pensamos que se trata de una tormenta de arena pero Mahdi nos saca del error: solo se trata de una ventisca.

Durante algunos minutos la visibilidad es nula y cuando por fin vuelve a distinguirse el gris del asfalto y reanudamos la marcha, poco a poco la arena va siendo reemplazada por una fina lluvia que embadurna todos los cristales. Lo de menos es que las escobillas del limpia parabrisas no funcionan.

Bañados en fina arena, pero sin nada que lamentar, llegamos a Djanet donde pasaremos la noche previa al recorrido por las dunas de Erg Admer.

El desierto de Tikoubaoun, lecho marino, y las dunas de Erg Admer
Los macizos de dunas constituyen el 20 por ciento de la superficie del Sahara palabra que, por cierto, en árabe significa desierto.

Por la mañana nos encaminamos hacia una tumba cuya leyenda mantiene que en ella se encuentra una mujer embarazada que iba en una caravana de 200 o 300 dromedarios en los tiempos de las grandes migraciones. Al acercarse a pocos metros de una gruta que decían que estaba maldita, la mujer falleció antes de dar a luz. Allí mismo se dilucidó si podrían sacar al bebé pero finalmente decidieron enterrar a ambos. Según la leyenda el bebé salió del vientre materno y se dirigió gateando hasta la gruta. Cada mañana las huellas de un bebé se veían marcadas en el recorrido que iba de la gruta a la tumba y en sentido inverso y desde la gruta se oía un llanto de niño.

Llegamos por la tarde a las dunas donde pasamos noche tras una espectacular puesta de sol que contemplamos encaramados a una de sus crestas. La arena bajo nuestras tiendas y el cielo estrellado son los únicos acompañantes de la despedida.

De vuelta a Djanet nos detenemos ante una tumba prehistórica con piedras colocadas en forma circular y más adelante en una de las zonas en las que mejor se aprecian, sobre un suelo calizo, fósiles de caracoles marinos, testimonio indudable de lo que un día, hace miles de años, fuera lecho marino.

Recomendamos:
Los grupos suben al Tassili desde el 21 de septiembre hasta finales de abril
Hay que llevar ropa de algodón y preferiblemente de manga larga y pañuelos para cubrir el cuello
Algo para cubrir la cabeza
Mochila
Protector solar fuerte y protector labial
Algún spray nasal para humedecer
Calzado resistente y cómodo
Calcetines
Ropa de abrigo para la noche sobre todo en la época invernal
Toallitas húmedas para el aseo en el desierto
Gafas de sol
Lentillas desechables para quien las utilice
Tiritas especiales para ampollas
Un pequeño botiquín
(mercurio cromo, gasa, venda para torceduras, crema antiinflamatoria, crema para quemaduras solares, antidiarreico)


ESPAÑA


91 473 83 98 - 91 298 76 43

ARGEL
Agencia de Viajes
Volga Voyages en Argel
09 Roue Neuve Bouzareah ALGER
Tel/Fax +213 (0) 21 90 23 41
Email:
volgavoyages@yahoo.fr
Contacto: RADJEB Djamel

Restaurante El Djenina (El Jardín)
10 Rue Franklin Roosevelt
ALGER
Tel. 213 (0) 21 74 40 26

DJANET
Hotel Tenere en las afueras de Djanet
Ducha en las habitaciones y aire acondicionado
Comida razonable

Comer en el reino de la Pacha Mama

En un mundo en el que la gastronomía ha pasado a formar parte fundamental de la cultura y del acervo de cualquier viajero que se precie de serlo, Perú se ha abierto un merecido lugar entre los países del globo que poseen una mayor riqueza y variedad de platos. No podía ser menos en el reino de la Madre Tierra, (la Pacha Mama en quechua), en el que se cultivan más de 4.000 variedades de patata, alguna de las cuales llegó tras la conquista española a Europa, gracias al cielo, o 35 variedades de maíz, más que en ninguna otra parte del mundo, y donde no faltan mariscos, pescados, carnes, verduras y frutas cuyo origen se remonta con frecuencia a épocas anteriores a los incas.

Como consecuencia de esta riqueza y en prueba de la calidad de su cocina, el chef peruano Gastón Acurio (fundador con su esposa del famoso restaurante Astrid y Gastón, en Lima) ha protagonizado con todo éxito la IV Cumbre de Gastronomía Internacional Madrid Fusión, en la que representaba, no ya a su país, sino que fue el único latinoamericano en el encuentro reconocido como el evento más destacado a nivel mundial en este ámbito y donde presentó un mero con crema de olluco, salsa criolla de ollucos crudos y ollucos confitados con salsa de maíz morado con ovación de los asistentes.

También estuvieron presentes otros dos compatriotas suyos Toshiro Konishi, encargado con el español Sergi Arola de la cena de inauguración y Emilio Vivanco que ganó por segundo año consecutivo el premio de cócteles con “Nasca”, muy oportuno cuando acaba de descubrirse un nuevo dibujo en el desierto próximo a Ica. Pues bien, Nasca estuvo preparado con Pisco Santiago, Mosto Verde, limoncello italiano, Sirope de Monin de Rosas, zumo de lichis y agua Perrier congelada.

Pero no es necesario haber pasado este año por el encuentro cumbre de la gastronomía mundial para saber cómo se come de bien en el Perú; bastaría con echar un vistazo a la cantidad de webs en las que se habla de la comida de los descendientes de los incas, o como en mi caso, darse un paseo por ese hermoso país lleno de contrastes en sus gentes y geografía, origen de esa amplia gama de platos y sabores y ese gusto por la comida que han dado lugar a los múltiples restaurantes, chifas y chicherías que pueblan las calles de Lima, Arequipa, el Cusco,o cualquier ciudad, donde comprobamos en una realidad nada virtual que a los peruanos les encanta comer y además lo hacen muy bien, a pesar de que aún no gozan del reconocimiento internacional que su calidad merece.

En el reino del Pisco Sour, rocotos, ají amarillo, cuy, anticuchos, cebiche o arroz con camarones
En el reino del Pisco Sour, al que en vaso grande llaman Catedral, y dicen que fue inventado por un barman del Hotel Maury, próximo a la Plaza de Armas de Lima, bebida casi obligada antes, en medio o después de una buena comida, tienen cabida los rocotos (pimientos) rellenos, el ají amarillo (picante) como salsa para acompañar papas, yucas y pescados, el cuy, variedad de conejillo de Indias característico de la ciudad “Ombligo del mundo”, cosco en lengua quechua, el cebiche, el arroz con camarones y un sinfín de sopas, salsas y platillos con protagonistas tan delicados como la alpaca para hacer brochetas o fileteada, donde los acompañamientos habituales son a base de papas, de quinua y de arroz.

Los reyes siguen siendo el cebiche de pescado o marisco casi siempre del día, macerado con limón y especialidad de los lugares costeños mientras en las montañas priman las sopas, y los piscos. Algunos de los más premiados son Biondi–Quebranta 2004 de Deagrosur; Pisco Puro Torontel de Rosa Margarita Bravo Vda. De Elías; y Bodega El Carmen, Pisco Viejo Tonel, Acholado de Viejo Tonel y el Gran Pisco Quebranta 2004 de Viña Ocucaje, sin olvidarnos de los tintos y blancos de Tacama cuyos viñedos ocupan una extensión de 180 hectáreas en el valle de Ica, a 300 kilómetros de Lima.

Y por si a alguien aún le quedaba la duda de ir a degustar los manjares de la capital, no se vuelvan sin entrarle a los postres y muy en particular al Suspiro limeño a base de dulce de leche, huevo, oporto y merengue. ¿A que ahora sí se les hizo la boca agua?

Son muchos los lugares en los que se puede comer rico en Lima, donde se ha desarrollado una cocina chino-peruana denominada chifa, y también la cocina nikkei, que integran lo mejor de la gastronomía asiática con el aroma y los ingredientes más autóctonos del Perú pues los chinos y japoneses que se afincaron en estas tierras no consiguieron domar el paladar de los peruanos y fueron incorporando poco a poco en sus platos los sabores locales hasta crear una nueva cocina que apenas se parece ya a la del país de orígen. Un buen ejemplo lo tenemos en el arroz chaufa.

“Los pescados capitales”, donde comer no es pecado a pesar de todo
La mayoría de los restaurantes más conocidos de Lima se encuentran en dos de los cuarenta y tres distritos de Lima: Miraflores (en su día un balneario) y San Isidro, cuyo nombre procede del Conde que compró los terrenos en 1777 y uno de los pulmones de la ciudad por la cantidad de verde y olivos plantados.

Uno de los lugares más apreciados es en estos momentos Los pescados capitales, en Miraflores, un lugar donde solo podrán comer al mediodía y habrá que reservar porque está muy solicitado. Carta original con nombres de “pecados” para los “pescados” y especialidad con nombre de conquistador, pero no español: Rissotto a la Bonaparte.

Los pescados capitales
Especialidad en pescados y mariscos. Mucho más que una cebichería.
Avda. La Mar 1337
Miraflores
Lima
Tel. 4218808
Tiene de curioso que la lista de platos va asociada a los pecados capitales, la vanidad, la gula, la ira, la soberbia… y a cada uno le puso texto para la publicidad un reconocido escritor peruano Aquí transcribimos uno de ellos.

La Gula , por Alonso Cueto
Si toda obra de arte consiste en el encuentro sazonado de dos contrarios, la gula es el encuentro del fondo del mar y el fondo de la tierra. El lugar de encuentro es el plato, un escenario de contrastes y contradicciones felices donde se mezclan lo salado y lo dulce, lo suave y lo duro, lo sólido y lo húmedo. La cebolla blanca en media luna, el aceite de oliva, el vino blanco, la crema de leche son los acompañantes de este encuentro de los personajes fundamentales del mar y del subsuelo. La chita ha conservado su piel, lo que le agrega un toque salvaje a su mansedumbre de sabores. El comentario de este encuentro es una guarnición de legumbres, cuyo color ilumina el plato en oposición a las tonalidades esenciales -el blanco, el plateado, el amarillo-, de los personajes principales. Un baño de salsa de vino tinto, lea&perrins, ajo crocante y perejil deshidratado cortejan este matrimonio en el que la gula es bendecida por los sacerdotes de esta cocina.

Otros lugares recomendados en Lima:

Astrid & Gastón
Cocina internacional
Calle Cantuarias, 175. (Miraflores).
Tef y fax 444 1496
La pareja formada por Astrid Gutsche y Gastón Acurio han conseguido abrir varios establecimientos, tras el limeño en 1994, (también en Caracas, Santiago de Chile, Bogotá y Quito) cuya fama ha trascendido allende los mares. Algunos destacados entre todos sus magníficos platos en Lima: los erizos en tempura y los postres, en especial el Suspiro Limeño. La carta de vinos es excelente. El edificio de estilo colonial se encuentra en una tranquila calle de Miraflores.


Segundo Muelle
Marisco y sobre todo cebiche y tiradito

Av. Carnaval y Moreyra 605
San Isidro
Telf: 224-3007

Avda Conquistadores 490
San Isidro
Tel 2227272 Telf: 421-1206

Av. Rivera Navarrete 530
San Isidro
Telf: 221-1499

Frente al Parque del Amor en Malecón Cisneros 156
Miraflores
Tel. 2415040

Tiene en su haber premios consecutivos al mejor cebiche peruano. Recomendamos el cebiche de mariscos a los tres ajíes.

José Antonio
Comida criolla
Bernardo Monteagudo 200, Orantia del Mar
Tel. 2640188
San Isidro
Para probar la comida peruana el “piqueo José Antonio” incluye platos característicos de la comida criolla. Y para regarlos, chicha morada en un ambiente de tipo mesón vigilado por las cabezas de toro que penden de las paredes.

Avda Angamos Este 505, Chacarilla (esquina con Avda. la Floresta)
Tel. 3726868
Miraflores

La Rosa Náutica
Cocina internacional
Espigón 4 circuito de playas
Lima 18
Tel 4450149 – 4470057 – 4475450
Miraflores
Este restaurante, con un muy buen Pisco Sour, tiene la peculiaridad de estar ubicado en un muelle que entra en el mar. Las vistas al atardecer son espectaculares desde el restaurante poligonal o el bar. Cuidada comida que le ha valido sus cinco tenedores y haber sido elegido para servir a mandatarios de todo el mundo y al propio Rey de España.

Huaca pucllana (en quechua “waca” dios tutelar de la casa)
Comida internacional con su toque peruano (cocina fusión)
Cuadra nº 8
Teléfono: 445 4042
Miraflores
El restaurante está dentro del recinto con ruinas del siglo VIII y pueden visitarse antes de cenar con luz artificial durante un recorrido de unos 20 minutos. Es un nuevo concepto de turismo compartido con gastronomía y el restaurante aporta una porcentaje de la recaudación para contribuir a la restauración de las ruinas.

Brujas del cachiche
Turístico. Comida peruana. criolla
Avenida Bolognesi, 460
Miraflores
Tef:446 6536
Un bufé de platos autóctonos para la hora del almuerzo। Para empezar, cebiches, tiraditos peruanos, ají de gallina y lomo saltado. De postre, mazamorra o arroz con leche. Cuentan con vinos de Tacama.
Publicado en la revista Perfil de Costa Rica en 2006

India A Flor de Piel

Para mi un país, como una persona, es la suma de lo que queda en nosotros, en mi, en este caso, como resultado de una suma de impresiones.

Empieza la cuenta con la idea que tenemos del lugar antes de conocerlo por lo que hayamos leído, estudiado o escuchado de otras gentes.

La primera suma se produce cuando lo pisamos y recibimos una primera impresión. La mayoría de las veces, como con las personas, nuestro juicio, temerario porque carecemos de elementos de juicio objetivos, pero intuitivamente válido, suele ser acertado. Nuestra educación nos permite detectar una serie de señales que actúan sobre el subconsciente con enorme agilidad, tanto que ni siquiera nos percatamos de ello y por eso somos capaces de anticipar deducciones automáticas.

El siguiente sumando es más real y cuenta con datos todo lo objetivos que pueden ser dentro de los condicionantes formativos que nos constriñen.

Acumulamos a lo largo de nuestro viaje información histórica y experiencias de vida directas, cargadas de anécdotas y sucedidos, de personas, de luces, aromas ...

Todo ello, penetra nuestra mente atenta y lista para acoger lo nuevo.

Ahora nos hemos conformado una idea. Pero si dejamos pasar un tiempo, el suficiente para que la magia de lo novedoso se haya borrado, tendremos un elixir de lo que acumulamos, una esencia que perdurará en nuestra mente mezclada con los sentidos del gusto y el olfato, el oído y la vista. Estaremos en disposición de hacer un relato y describir un país adjudicándole una música, un olor, un color, un tacto, de definirlo como si de un ser humano se tratase, con su carácter incluído.

Esta es la impronta que marcará nuestros recuerdos y la que, al final permanecerá. Como el poso de la cultura que queda con el paso de los años cuando ya no recordamos fechas o cronologías con demasiada exactitud y permanece sólo el devenir de la historia como un cuento cuyos personajes nos resultan harto conocidos.

Diciembre - Primer día
Salimos vía Londres-Zurich-Karachi hacia Kathmandú a las 13.00.

Diciembre - Segundo día
Llegamos a Kathmandú a las 16,30. Nuestro equipaje no llega con nosotros. Después de horas averiguamos que se ha quedado en Frankfurt sin saber por qué hado. Como nadie lo ha reclamado lo introducen en una cámara de detección y desactivación de bombas de la que no podrá salir en 24 horas. Mañana no hay ningún vuelo de Frankfurt a Kathmandú. Tendremos que esperar a pasado mañana para recuperarlo.

Salimos "de compras" al centro de la ciudad –bragas, calcetines, cepillos de dientes...– buscamos lo más elemental para dos días . Los precios de unas bragas de algodón van desde las más finas (sin marca) más de 1.000 pts. (unas 400 rupias que es la tercera parte de un sueldo medio en Nepal), hasta 100 pts (unas 40 rupias) –modelo tipo Alcampo–. Imposible comprar jerseys o ropas de abrigo en el SUPERMARKET, que es de todo –estilo decomisos de Arenal– menos de comida.

La gente es amable y pacífica pero ineficaz.

Diciembre - Tercer día
Seguimos con la misma ropa pero el grupo, integrado por once miembros, heterogéneo al tiempo que afín, impasible. No estamos dispuestos a que nada nos agüe la fiesta.

Visita de la estupa –monumento al dios o a la unidad de la que todo procede– de Kathmandú, llamada de los monos, por la cantidad que hay, además de otro nombre imposible de recordar salvo mirando la "chuleta" del viaje. También hubiera podido llamarse de las palomas –a cientos– o de los perros –en menor cantidad pero muchos–, todos ellos conviviendo en paz –salvo cuando los monos le roban a los fieles su ofrenda directamente de las manos–.

Las mujeres y los niños van muy pintados, con khol principalmente en torno a los ojos para protegerlos de enfermedades oculares. Sobre la frente destaca el polvo naranja con que los oferentes ungen a sus figuras divinas.

Hay niebla y hace frío, aunque no intenso, pero del que cala los huesos. Algunas mujeres, descalzas como casi todos los pobres de Nepal, se acuclillan junto a las lamparillas de aceite que se ofrendan al dios mono. Una de ellas va retirando las que se apagan. Puede que este calor sea más fuerte que el divino.

En Nepal es fácil rezar. Cada templo o estupa tiene unos cilindros metálicos llamados "molinos" con escritura en sánscrito por fuera y 108 plegarias en papel en su interior. Basta girarlos de derecha a izquierda y cada vuelta se multiplicará por las plegarias que hay dentro, sin necesidad de leerlas. En la explanada de acceso a todos los templos budistas hay muchos molinos.

La gente no sabe lo que es la prisa, como en los países árabes. Por la tarde hemos ido a la "durbar", plaza central de la ciudad de la que irradian sus calles principales.

He dado caramelos y galletas a los niños que nos acompañaban en comitiva y he comprado un candado chino con forma de león a una niña de hermosos ojos negros, cargada con otra aún más pequeña si cabe a su espalda, que me siguió durante todo el recorrido de más de una hora. Lo compré al precio más alto de cuantos me ofrecieron. Todos los niños llevaban el mismo modelo pero ella había sido paciente y me preguntaba cosas en inglés y en español.

Al pasar junto a una tienda de bollos, mientras intentaba sin presión venderme esta vez por diez rupias una sortija de latón, la invité a pedir lo que quisiera. La cara que enmarcaban dos coletas tirantes y un pequeño flequillo mal desfilado, se iluminó. Eligió una bolsa como de patatas o cortezas fritas. Era la que abultaba más. Me costó 8 rupias (unas 20 pesetas) y las dos rupias que me devolvieron se las regalé. No tuve tiempo de reaccionar. En un rápido movimiento me abrió la mano, depositó la sortija y salió corriendo.

En ese momento me sentí miserable. Ella me daba algo mucho más importante que cualquier objeto o dinero que yo hubiera podido regalarle. En vano traté de alcanzarla, de retenerla, pero ella se escabulló. No quería ni las gracias.

No sé cuantos años tendría pero no más de diez. Luego he visto más ojos como los suyos, profundos y de un negro brillante y más bocas sonrientes como hojas de cuchillo blandidas en medio de la miseria.

Diciembre - Cuarto día
¡Hemos recuperado nuestras maletas!

Hoy tocaban Patán y Pasupatinah con el río Bagmatí, equivalente del Ganges en la India. Siento decir que ver quemar a un muerto no me ha impresionado.

La tarde se ha ido en las compras. Creo que la técnica del regateo es como estudiar medicina o ser maestro, puramente vocacional. Yo no siento esta llamada.

Diciembre - Quinto día
Bagthapur, o Baghdaón, es una ciudad medieval en la que los niños tienen menos mocos que en Kathmandú y casi todos llevan zapatos e incluso, a veces, calcetines. No obstante, los niños de Bagthapur tienen hambre, aunque más que para el cuerpo les falta alimento para sus almas infantiles, es hambre de juego la que les invade, porque para comer han de aprender desde muy niños el duro trabajo de pedir o de vender alguna fruslería. Los más pequeños, que aún no saben pedir porque tampoco saben hablar, contemplan atónitos colgados de las espaldas de sus hermanos mayores el "juego" de la venta.

Todo lo demás, incluida la comida contemplando frente a nosotros una magnífica vista del Himalaya, la cena-buffet de fin de año y la tripulación de Aeroflot invitándome a acompañarles en su celebración del último dia (2,40 h más tarde), es pura anécdota, como lo es el que me tocara en la tómbola de la cena un viaje de Katmandú a Bangkok y que un camarero me quisiera comprar el billete por 100 dólares.

Enero - Sexto día
Es Año Nuevo y con él nos trasladamos a un nuevo país, a una ciudad nueva para nosotros y antigua para muchos, una ciudad sagrada: Benarés, Vanarasi o Varanasi.

El aterrizaje ha sido de infarto. Volábamos en un pequeño reactor y cuando ya estábamos prácticamente tocando el suelo el avión hizo una extraña maniobra en la que estuvo a punto de tocar el suelo con el ala izquierda sobre la que se encontraba mi asiento. Luego inició de nuevo el ascenso. La explicación: un avión de los grandes estaba aterrizando al mismo tiempo, le habían dado pista a la vez y ellos "pesaban" demasiado como para ascender desde tan baja altura.

Pero el encogimiento de corazón no había hecho más que empezar. Benarés es la ciudad por excelencia del Ganges, adonde los hindúes acuden desde todos los rincones de la India e incluso del mundo; hasta españoles han ido allí a sumergirse en sus aguas. Hacen ofrendas al sol y purifican sus cuerpos en el agua, orígen de vida en todas las civilizaciones.

Es la ciudad en la que he visto más leprosos y el mayor número de chamizos juntos del mundo. Alrededor de 1.800 kms. cuadrados de chabolas entremezcladas con alguna construcción más sólida y algún que otro hotel.

Describir esta visión es casi imposible pues hace falta más de un sentido para completar la imagen que luego queda grabada en nuestra mente.

La bruma se apodera del Ganges esa mañana. La salida del sol se intuye solamente. Poco a poco se despeja la atmósfera y los adoradores y oradores quedan al descubierto. Sus cuerpos semidesnudos parecen ajenos al frio y a la humedad intensos. Su fe es más poderosa que las inclemencias del tiempo.

El Ganges, orígen y fuente de vida, sirve de baño, de lavadero, de último transporte para los cuerpos cremados en sus orillas. A veces, junto a nuestra barca, vemos trozos irreconocibles y extremidades más fáciles de identificar, a medio quemar. Los familiares de los muertos no disponen siempre del dinero necesario para alimentar la pira. La mayoría de los vivos se dedican al aseo personal y se sumergen una y otra vez en las gélidas aguas turbias. Todo parece del mismo color gris. Como un fantasma surge de la niebla una barca llena de ropa recién lavada lista para ser depositada a domicilio en grandes hatos.

Sobre el agua se mecen pequeñas lamparillas transportadas en pétalos-barca o bien hojas-barca. Una sombra se acerca a nosotros sigilosamente; es un vendedor-navegante. Sí, también queremos contribuir con nuestros deseos a iluminar las aguas del Ganges. El hombre tiene unos bellísimos ojos azules que destacan como los de un gato en su piel morena. Aparenta por sus arrugas unos sesenta años, pero su mirada penetrante y sus manos, indican que no es tan mayor. Quizá unos cuarenta y cinco. La vida es muy dura para ellos.

Ahora, cuando me despierto por la mañana y recibo sin el más mínimo esfuerzo un espléndido zumo de naranja recién exprimida y un café humeante con tostadas calientes, me siento una reina. Ellos a veces no tienen ni agua.

Nepal o la India no son países para hacer turismo. Son detonadores de la conciencia. Por eso hay mucha gente que no lo soporta. Es difícil enfrentarse a la verdad, a nuestras miserias y falta de solidaridad.

Enero - Séptimo día
El vuelo a Kajuraho, último de los que aún no habían sido cancelados por la huelga de Indian Airlines, también ha caído.

Seguramente ha sido una fortuna porque nunca se nos hubiera pasado por la cabeza recorrer 450 kilómetros por una carretera en la que la palabra firme ha perdido su significado.

Tardamos más de diez horas en el recorrido pero mi estómago mejoró con respecto al dia anterior en el que se había aliado con el sentimiento y quedado encogido hasta el límite de la supervivencia.

En algunos momentos del camino me parecía estar viviendo relatos de Paul Bowles o de Elisabeth Eberhardt y no me refiero sólo a la travesía de la selva en la que Kim enredaba sus pasos.

Fueron diez horas apuradas, en las que nuestro viejo autobús de catorce plazas, fragil y con aspecto de irse a desmembrar en cualquier curva, se enfrentaba en una suerte de duelo a muerte o de ruleta rusa con autobuses de treinta plazas ocupados por cien personas apiñadas o con cualquier tipo de camión.

Conducidos por un auténtico experto nos disputábamos en un tour de force la estrecha carretera apta para un solo vehículo, el otro, el más débil y procedente de la dirección opuesta, se arrojaba bruscamente a la cuneta en el último instante antes de chocar de frente.

He llegado a la conclusión de que esta gente no tiene sangre. Por eso no saben de estrés. Mejor para ellos.

Paramos a comer nuestro picnic ofrecido por el hotel de Benarés, pero me seduce más probar con nuestro conductor, el ayudante y el guía, lo que ofrece el chiringuito de carretera en donde nos detenemos. Hay lentejas indias, peladas y con un sabroso gusto a curry. Los platos y cucharas de hojalata estaban relucientes, más que en el hotel al que llegamos por la noche (Ashok Kajuraho).

El guía es Licenciado en Filología Hispánica y está preparando su tesis. Empezó la especialidad con quince compañeros pero sólo terminaron cinco.

El 15% de los indios van a la universidad, me dijo. Hay unos 800 millones de indios.

El ayudante del conductor facilita el trayecto, quita piedras del camino, ayuda con el aparcamiento entre las multitudes que al estilo de las columnas de hormigas nunca se interrumpe más que accidentalmente por la intersección de un vehículo pesado, paga las tasas en los pueblos que limitan con el siguiente estado... en fin, se gana el sueldo.

En muchos de los pueblos por los que hemos pasado los niños estaban en la "escuela". Un techo plano de una casa o un solar no cultivado son el lugar común en el que los niños se arremolinan en torno al profesor.

Los cojos, los mancos, los niños con mocos largos y viejos, los leprosos y hasta los perros, en fin, los miserables, los desheredados y todos aquellos de los que al parecer un día será el reino de los cielos, son los primeros en acudir a la miel, nuestro autobús que, como otros con los que nos hemos cruzado –unos seis o siete a lo largo de los 450 kilómetros–, llevan el estigma del turista en la frente con un letrero que dice "Tourist Service" o bien "Tourist Bus".

Nuestro conductor es sij. Lleva un turbante perfecto y una cuidada barba, como corresponde a su linaje. Es alto y fuerte como lo suelen ser en la raza aria de la que proceden; por eso algunos tienen los ojos claros. Sabe su trabajo y lo hace a la perfección.

Llegamos a Kajuraho a las 10,50 pm y no queda tiempo más que para cenar. La mitad de los once que somos está enferma y la otra mitad seguro que lo estaremos más tarde.

Enero - Octavo día
La visita de los templos y sus esculturas eróticas han merecido los 450 kilómetros de carretera tercermundista. Nunca ví ni creo que existan templos semejantes en ninguna otra parte del mundo y desde luego no los hay de esa época (950-1050 DC).

Las posturas del Kamasutra, palabra que siginifica enseñanza del amor, o las de expertos yoguis, es lo que podemos contemplar en las fachadas de estos templos además de otras maravillas más conocidas y representadas.

Hay algo de misterioso en este lugar, cuidado al máximo y sin un papel, que contrasta con el inmenso basurero que parece la India que hasta hoy he conocido. Es patrimonio de la humanidad y la UNESCO, creo, financia su mantenimiento. Quizá será por todo eso. O porque nadie se explica el por qué de la construcción de estos templos en un lugar que no conducía a ninguna parte ni estaba de camino de nada en aquella época.

También hay algo de erótico en la propia contemplación de los templos, en la sonrisa del guía local cuando describe posturas o busca entre el grupo algún cómplice Escorpio para explicarle que la mujer que tiene tal animal esculpido sobre su cuerpo en estos relieves es para indicar una fuerte sexualidad.

Seguimos camino hacia Jahnsi por carretera unos 150 kilómetros. Es como no decir nada porque en realidad eso supone unas cuatro horas. Allí tomaremos un tren hacia Agra.

En el camino hemos parado en la ciudad fantasma de Orcha, llena de templos y con una fortaleza-palacio abandonada en la que algún listo se ha montado un "restaurante" para los cuatro turistas que caen por allí. Nos improvisan una comida

Hubiera deseado quedarme uno o dos días en la estación de Jahnsi. Siempre me gustaron estos lugares, y los aeropuertos. No me canso de observar a la gente y montar historias sobre sus vidas. Aquí el espectáculo eran tanto ellos como nosotros.

Entablamos conversación con un grupo de sij que toman el te allí en medio del andén y del bullicio. ¡Con mesa y mantel!

Una mujer y su niñita de grandes ojos negros totalmente bordeados con el negro kol, posan para mis fotos. También lo hacen los sij. Hacemos y nos hacen fotos. Luego insisten en que les mande copia de las mías y me anotan sus respectivas direcciones.

En el tren nos ofrecen te y otras fruslerías, pero con la comida que nos han dado, tipo tasca pero a lo indio, siempre de excelente calidad y precio incluso en los mejores hoteles (unas 400 pts.), no hemos querido de nada.

Conforme a lo previsto, la mitad del grupo que aún no había enfermado de catarro-gripe-colitis-mareo-repugnancia o ¡dios sabe qué!, está empezando a estarlo.

La llegada a Agra ha sido menos espectacular de lo que esperábamos excepto por el hecho de que estaba tomada por la policía. Más tarde supimos que se debía a un atentado contra el Ministro de Turismo, aunque sin consecuencias.

Enero - Días noveno y décimo
Así como la ciudad de Kajuraho (­tal vez deba llamarla pueblo porque en la macroescala de la India todo núcleo urbano que no tenga varios millones de habitantes sería el equivalente de los nuestros)­ no tenía nada que ver salvo los templos, Agra ciudad, tampoco lo tiene, a excepción del Tahach Majal y del Fuerte Rojo.

El Tahach Majal ­como lo pronuncian ellos­ que significa "El palacio de mi joya o de mi corona" y la fortaleza "Fuerte Rojo", son todo, pero nada menos, lo que merece ser visitado en Agra. En el fuerte fue encerrado el Sha Jahan por su propio hijo cuando pensó que su padre le dejaría sin herencia si completaba la chaladura de la construcción del Tahach Majal con la de otro palacio gemelo al otro lado del río y en negro en señal de duelo. Así podría siempre contemplar la tumba de su amada y difunta esposa (que ya la podía querer, porque murió en su último parto después de haberle dado otros trece hijos). Mientras se construía el mayor monumento al amor que nunca se levantara en el mundo, se instalaba en la fortaleza para hacer el seguimiento de las obras. Nunca más salió de allí.


Anoche cenamos espléndidamente en el Sheraton (por unas 1.200pts). No es de la cadena porque los nombres en la India se compran. Debe de funcionar de manera parecida a las franquicias. En cualquier caso ha sido un alivio después del horrible hotel Ashok de Kajuraho. Hemos recuperado nuestra alegría.

Salimos para Jaipur vía Fatepur Sikri. Otra prueba de cariño, esta vez de un mogol, Akbar. Un santón le predijo que pronto tendría un hijo varón, lo que hacía años que deseaba. La predicción se cumplió y en agradecimiento construyó para él este fabuloso palacio, al que trasladó su capital mientras el santón vivió. Me recuerda a la magnificencia de la Alhambra en Granada. Conviven los estilos musulmán e hindú gracias a una tolerancia que Akbar hizo posible como ya no lo es hoy en la India.

Subir a lomos de un elefante no es la experiencia más apasionante que yo haya tenido pero es bastante divertido. El vaivén se asemeja al del caballo, pero no quise ni imaginar cómo sería el de un elefante "al trote".

Los vendedores ambulantes y los fijos no dejan de acosarnos. "Bueno, bonito, barato". "Mira, mira". "Rupi, rupi", o bien "hola rupi" y otras frases por el estilo. A veces encontramos vendedores que hablan español a trompicones o itañol.

La mayoría se apañan con un inglés rudimentario y los niños, antes de decir mamá, saben decir "rupi-hola-rupi" y acompañan la frase con un gesto en demanda de dinero.

En cualquier caso, el palacio Amber es más que digno de verse y su salón de los espejos de una belleza inigualable. Todo el conjunto constituye una muestra más de la inteligencia de este pueblo tan antiguo como culto.

Tan sólo a unos kilómetros de Jaipur y parece un mundo aparte.

Jaipur fue concebida como ciudad-comercio o ciudad-mercado, y eso es lo que es y ha sido desde su fundación. Aquí los "acompañantes", esa gente casi siempre de unos diecisiete a veinte años, que no quieren sino practicar inglés o español y se arriman a tí y se convierten en tu sombra mientras paseas por las calles, no intentan vender nada pero ni ellos ni sus manos se despegan de tí hasta que con un gesto de la cara o incluso una palabra de tono imperioso les invitan a desistir.

Se sigue oyendo "Mira, mira, cachemira" o "Hola, hola, coca-cola". Aparte de este séquito espontáneo que llevamos incorporado, basta una mirada a una tienda, una simple ojeada y enseguida saldrá alguien a ofrecerte todas las maravillas de la tierra y parte del cielo, siempre, eso sí, en el interior de su comercio.

La ciudad antigua de Jaipur está tan sucia como cualquier otra de las que hemos visto hasta ahora. Amurallada, se divide en seis grandes zonas comerciales que se agrupan por especialidades, por gremios, como en las ciudades medievales de nuestra Europa.

Todo es color. Frutas, flores, en perfecto orden y contrastando siempre con el caos en que todo parece sumido en este inmenso país multiforme en el que uno queda atrapado y subsumido nada más entrar o tal vez encantado y hechizado como las cobras de los encantadores de serpientes.

Aquí, como en el resto de la India, las mujeres casadas se pintan con polvo extraído de flores. Una raya roja en mitad de la cabeza. Debe de ser ésta una tradición milenaria pues ya en los relieves de Kajuraho se ven esculpidas mujeres en actitud de untarse el polvo en la cabeza.

La fachada del Palacio de los vientos, cuyo color tierra rosa transparente hace que se conozca a Jaipur como la ciudad rosa, está llena de ventanitas por las que las mujeres del harén podían observar el bullicio de la calle sin ser observadas. Hoy es una muda espectadora del trajín de la avenida principal de la vieja Jaipur.

La cena, en el Rambagh Palace Hotel, que fuera un día residencia del último majarajá, hoy conservado por sus hijos gracias a esta fórmula de ingresos. Viven en una de las alas de este hotel de cuento de "Las mil y una noches". Altos techos, grandes arcadas y espaciosos y cuidados jardines, candelabros y enormes lámparas de araña... Este es el haz de la India cuyo envés se viste de chamizo miserable.

El espíritu del hindú no parece llamado al lucro personal. Si hoy hay para comer, bien; si no hay, ya habrá. Me venía a la memoria un taxista de Sevilla al que contraté por un día entero; al finalizar el servicio le pedía que regresara al día siguiente y me dijo: "mucha grasia zeñorita, pero me lo voy a gahta co la parienta, mejó contrata uhté a otro que yo ya tengo pa toa la zemana".

En la India siempre se puede vivir de la misericordia en la calle, en los templos sij...


Enero - Días undécimo y duodécimo
Salimos en autobús en dirección a nuestro último destino en la India, Delhi, o mejor dicho New Delhi, pues ésta es la verdadera capital.

La nueva Delhi presenta un urbanismo hasta ahora ausente en casi todas las ciudades que hemos visto y digo "casi" porque en Jaipur los edificios de la parte antigua muestran una cierta disposición urbanística.

New Delhi cuenta con enormes avenidas que contrastan drásticamente con las callejuelas de Delhi y el caos que nos parece habitual: cada cual parece construir con arreglo al consejo de su propio criterio y por tanto no hay dos edificios iguales.

Pero estas grandes avenidas planificadas por los ingleses y cuyo epicentro es Connaught Place (en memoria del Duque de Connaught), no concuerdan con lo que nos encontramos en sus aceras. De nuevo caos y desconcierto en la construcción. Algo tiene Madrid de esto, en menor escala y en el parámetro de un país desarrollado, que le da ese encanto particular para tantos extranjeros que proceden de ciudades perfectamente urbanizadas.

Lo más interesante de Delhi ha sido la visita a un templo sij. Toda la gente que acude al culto trae una ofrenda de comida. La mitad de su recipiente va a parar a uno mucho mayor para ser compartida con los más pobres, la otra mitad es para sí mismo y sus familiares y amigos. Yo he hecho cola con los pobres extendiendo mi mano al llegarme el turno para que me depositaran un pegote de comida, el resultado de la mezcal que poco a poco ha ido llenando el enorme pote y que tiene por ello un sabor difícil de definir pero agradable, algo dulzón. Para el naán no he esperado pues ya conocía su sabor.

La devoción es inmensa y el calor humano en una época en la que las temperaturas son medias, flota en el ambiente por encima de los pies descalzos. La música, junto al "altar" de ofrendas florales, suena dulce y acompasadamente, todo el día y la noche.

Cuantos trabajan aquí, incluidos los oficiantes, lo hacen de forma voluntaria y sin remuneración. Las tortas de harina sin levadura se están preparando sin cesar para ofrecerlas hasta saciar a cuantos tienen hambre, a veces casi congénita, sin importar su religión.

Los sij no se cortan nunca el pelo, por eso lo recogen en sus interminables turbantes perfectamente arrollados, ni la barba, contenida en una redecilla para que no les estorbe. Su aspecto es siempre pulcro y su coquetería equiparable a la de la mujer. Realmente tienen de qué enorgullecerse pues son altos, de hermosas facciones, con aspecto noble.

Hitler tomó de ellos el símbolo de la esvástica (vista desde detrás), ya que los consideraba, por su descendencia directa aria, como la raza más pura.

Cuando salimos del templo una joven cargada con su bebé en brazos pedía limosna a la puerta y un hombre que bajaba la escalinata junto a nosotros empezó a increparla. No entendíamos por qué aquél hombre le gritaba y parecía estar a punto incluso de pegarla y le pedimos a nuestro guía que nos explicara. Al verla pedir le había dicho enfurecido que eso no podía hacerlo delante de un templo sij donde podía comer cuanto quisiera.

También hemos visitado una mezquita india, en uso, igual que otra que vimos en Jaipur, dentro del recinto de la Universidad, donde los fieles bebían una mezcla blanquecina en la que hay orina de vaca, yogur o leche y agua del Ganges, por lo menos. Debe de purificar el espíritu aunque tengo muchas dudas acerca de sus efectos sobre el cuerpo.

También estaban las campanas de la fidelidad, que sólo he visto tocar a los hombres, pendiendo del techo en gran número y a la entrada del recinto.

Al final del viaje hemos sabido que nuestro guía pertenece a la casta de los bramanes o sacerdotes. Todavía hoy, nos dice, la división social en castas se mantiene en una lto porcentaje y las parejas se forman con miembros de la misma casta.

Después de comprar medio Delhi y de tragar todo el porvo correspondiente a nuestra condición de turistas que meten las narices en todo y se dejan transportar en tuc-tucs o jig-saws motorizados, hemos hecho nuestras maletas y dicho adios a este país que no puede describirse con palabras, donde cada una de nuestras miradas encuentra una respuesta que puede inmortalizarse en nuestra mente o nuestra retina o ser rechazada por falta de capacidad de asimilación y comprensión.

No sé si podría resumir en una sola frase lo que aquí se siente, pero si tuviera que hacerlo por encima de todo diría que la India es como la piel del mundo que yo he conocido hasta hoy.


Enero - último día
Nuestro tránsito por Karachi, ex-capital de Pakistán, marca el fin de este viaje del que yo salgo enriquecida, no sólo culturalmente sino espiritualmente también.

Una visita fugaz en un taxi nos ha permitido hacernos una idea de lo que es esta ciudad, de zonas residenciales de corte europeo y calles sucias.

Nuestro conductor me dio la clave de la división de la India y Pakistán. Dice que ellos saben convivir e incluso casarse con católicos porque nosotros tenemos libros que nos enseñan una doctrina y también tenemos un dios, igual que ellos, pero que no pueden mezclarse con los hindúes porque no tienen un dios, ni libros en que basar sus creencias.

Como siempre, el hombre es lobo para el hombre.

1992





















El traje de madera de pino

Agustín “er perdío” tenía una parcela de treinta por cuarenta metros junto a la carretera. Allí iban a parar las tablas que le sobraban de los ataúdes que construía en su taller de carpintería y, poco a poco, fueron tomando la forma de algo parecido a una casa. “Me distraeré con el ir y venir de los coches”, pensó. Pero la casa era tan pequeña que no había lugar para un cuarto de baño y “además”, decía para sí, “cuando esté moviendo las tripas no voy a poder ver a la gente que pasa” y fue así como se le ocurrió la solución perfecta. Se fue al Campo de los Cuervos donde la gente de Baeza se deshacía de los trastos viejos y allí se hizo con una nevera Kelvinator de dos puertas , se la llevó a su parcela , la vació por dentro y puso dos asas en el interior, quitó el fondo y cavó una fosa en el suelo. Cuando sentía el apretón allá que se iba y entre retortijón y retortijón asomaba la cabeza por la puertita del congelador. Cuando el agujero se llenaba enterraba las huellas de su obligada visita y trasladaba el tinglado valiéndose de las asas que colocara para tal fin a la altura de sus manos, recomenzando el proceso en un nuevo emplazamiento.
Desde su atalaya privilegiada decía dominar el tráfico y cuantos pasaban murmuraban “mira ahí está er perdío tan agustín”. Le habían puesto ese apodo porque siempre andaba borracho y en más de una ocasión tapa y caja no encajaban por lo que los pedidos cada vez iban a menos y se pasaba el día en su “casa de recreo”, aunque decía que no entendía : “Cómo se ponen por na” porque total luego se le clavaban unas punticas a la tapa y el muerto no se salía, en cambio nadie se enfadaba ni se molestaba cuando al muerto le echaban “una jartá” de tierra por encima .
Agustín se consideraba más que un carpintero un filósofo, decía que lo importante no era el tamaño sino el hábito, ya que iba a ser el definitivo, así fue como se hizo el suyo, se lo llevó a la parcela y todos los días se echaba en él la siesta para “hacerse el cuerpo al traje”.

Presentaciones

Se sentaron el trío autor, el presentador, el prologuista y el académico, todos en fila de cara al público, como mandan los cánones. Cada uno parapetando su timidez tras el micro. Todos con su chuletilla, con poco de diminutivo. El público tosió y se movió pasados los primeros minutos de absoluto silencio. En el estrado intercambiaron miradas, manosearon sus papeles y por fin arrancaron.

Allí arriba se pasaron la palabra unos a otros, casi casi como en un partido de pelota, invocaron a Azorín y a otros coetáneos , tildaron al trío autor de la obra presentada de tardíos noventaiochescos, y ellos, entre tanto ir y venir de elogios, mudos, sin asentir ni negar, como si no fuera con su obra. Y a mi me entraron ganas de escribir porque siempre fui rebelde y me gustó invertir papeles y situaciones, y me divertía la idea del espectador que se hace protagonista del relato en el que las verdaderas estrellas son los autores de la obra presentada. Como en la película de Woody Alen “La rosa púrpura de El Cairo” donde los personajes salen de la pantalla para mezclarse con el público y ya no se sabe qué es ficción y qué realidad, todo ello dentro de otra ficción.

Yo quería romper el rito, más que un antojo era un sentimiento visceral que me arrastraba aunque yo también fuera mudo testigo. Observaba sus tics, su tedio y sus ganas de que la página de presentación pasara para dejar de ser “narrados” por el presentador y por el prologuista y por el académico y convertirse por fin en verdaderos protagonistas, pues seguro que en algún momento les darían la palabra a ellos tres para que cada uno leyera uno de sus cuentos y, entonces sí, serían el centro de atención, como lo eran a su pesar sus dignas calvas coronadas de indignos cabellos haciendo la toga para ocultar lo inocultable.

Pero no, no hubo tal protagonismo y el ciclo de palabras se cerró sin dar paso al orgullo, como debe ser.

Leyenda de la Tatuana

Apareció en mitad de la plaza del pueblo como quien planta un árbol y espera que de fruto al instante. Erguida hasta la arrogancia, saludable y en ademán de invitar a la cata del fruto prohibido. Dijeron que había llegado en barco sin que pudiera afirmarse que lo vieron arribar en playa o puerto alguno.
Corrían los tiempos de la Inquisición y su temible brazo castigador conseguía vadear las aguas del Atlántico sin perder nada de su lava destructora, cuando la mujer más hermosa a la que accediera mirada humana se presentó bajo el nombre de Tatuana.
Apenas transcurridos unos meses, y sin que tampoco nadie pudiera explicar de dónde salieran los dineros, montó casa. Y era casa de postín y mucha juerga por la que no hubo hombre maduro ni joven que no se dejara caer , cuando menos, alguna nochecita.
El tiempo pasaba y los adoquines se embriagaban noche y día de chillones atuendos coronados por generosos escotes.
Todos sabían y callaban, hasta que llegó el día en que la Tatuana celebraba fiesta de aniversario de la feliz inauguración de su casa cuando con mandado de la Inquisición vinieron a buscarla y a prenderla.
“Y de qué se me acusa” quiso saber. La respuesta sólo llegó tras varios días de encierro al conducirla ante el Tribunal . Se le acusaba de bruja por haber hechizado a todos los hombre s de la localidad, amén de muchos extranjeros de paso.
No tuvo defensa ni tortura pues la condena fue inmediata: moriría quemada viva.
La Tatuana, aún espléndidamente ataviada de fiesta en la víspera de su ajusticiamiento, miró desde lo más profundo de sus negros ojos a los de su carcelero y le rogó que le concediera un último deseo: un carbón para dibujar.
Por la mañana vinieron a buscarla para conducirla hasta la pira. En uno de los muros, con trazo firme y algo infantil, se veía navegando y alejándose un velero como el que decían que la había traído alas costas de América, el catre aún caliente y la celda vacía.

Etiopía ¿el puente de Dios?

La imagen que tenemos de Etiopía es la que nos transmite la televisión cuando hay hambruna. Una tierra resquebrajada por la ausencia prolongada de lluvias, unos niños con el vientre hinchado o con la piel pegada a los huesos, las moscas posadas en los ojos, mirada de tristeza, de vacío de desinterés por la vida. Pero hay otra Etiopía, la de la mítica Reina de Saba, que no defrauda al viajero curioso y le conduce por una tierra de ricos contrastes, múltiples etnias y extraordinarios paisajes


El camino que separa la capital de Etiopía, Addis Abeba, de Zeway, ciento sesenta y tres kilómetros al sur, por una carretera de Dragados siempre en reparación por el intenso tráfico que sufre de toda especie, incluidas vacas, burros y camellos, no cambia la única imagen que tenemos del país al llegar, a pesar del magnífico aspecto del edificio del aeropuerto. Era de madrugada y un frío casi agradable nos recibió después de más de veinte horas de viaje. Aún nos quedaban dos más por delante hasta llegar a la misión salesiana. Una voluntaria me esperaba y me reconocía al instante y nada más pasar los tramites de visado partíamos.

Etiopía, uno de los cinco países más pobres del mundo, con una renta anual per cápita de 200 dólares y con el 70% de sus mujeres mutiladas genitalmente, presume de ser el único país de África que no ha sido colonizado. Sólo los italianos se aposentaron el tiempo suficiente como para construir la única vía férrea que existe y que conecta, con un solo tren, la capital con el puerto de Djibouti en la costa del mar Rojo. Esta independencia, junto con su creencia de ser los verdaderos depositarios del Arca de la Alianza y descendientes directos de la estirpe de David, hacen del pueblo etíope una raza orgullosa, altiva. Dice una de las leyendas que la Reina de Saba, Azieb, quiso conocer al afamado Rey Salomón y que él se enamoró perdidamente. De su unión nació el primer rey de Etiopía, Menelik I más tarde llamado David II.

En la misión me esperaban despiertas las monjas a las cinco de la madrugada y a las diez de la mañana me incorporaba a la misa católica que se celebra los domingos en la lengua oficial de Etiopía, el amárico, en la iglesia de la misión. Es como uno cabría esperar de un edificio en un lugar como ése, circular, como una enorme choza, solo que la de allí está construida con buenos materiales y no sólo adobe. A ella acuden etíopes católicos. Apenas suponen el 1 por ciento de la población nacional y el resto se dividen casi a l 50 por ciento entre musulmanes y cristianos ortodoxos.

Los etíopes son un pueblo hermoso, como lo es su tierra, esbeltos, de largos cuellos y profundos ojos negros, de piel oscura y rasgos casi occidentales, más árabes que negros. Llegan a la iglesia vestidos con sus mejores ropas, tal vez las únicas que posean. La mayoría de las mujeres se sientan a la derecha. Los bebés se hacen pis en los pasillos, las madres se sacan el pecho, carente de ropa interior y en muchos casos también de leche, y lo hacen en cualquier momento, para acallar un llanto, una inquietud aunque solo sea, muchas veces, como un chupete.

Después del almuerzo comienza la preparación del “Oratorio”, como llaman las salesianas a las actividades que organizan los días de fiesta con juegos para entretener a los niños y niñas de párvulos y a las alumnas de primaria. Carreras con latas de agua sobre la cabeza, juegos de bolos pero con botellas de plástico vacías… La imaginación de las monjas y el aprovechamiento de los materiales y objetos disponibles sean los que sean, no tiene límite, como no lo tiene su entrega.

Decenas de ojos se posan sobre mi. Soy la nueva “faranchi”. Así es como dicen en amárico la palabra inglesa “foreign” (extranjero). Decenas de manecitas pelean por agarrarse, colgarse, de las mías y tengo que evitar una reacción inconsciente de retirarlas. Están sucias, ásperas, como sus diminutos dueños, con los mocos colgando, pese a que las hermanas les enseñan a sonarse y todos llevan un pañuelo cosido al bolsillo. Algunos están descalzos, con ls ropitas rotas debajo de los preciosos babis de algodón fucsia, verde, azulón, amarillo que las monjas les han mandado hacer en sus talleres de la escuela de corte y confección. Esos mismos colores les sirven luego a las maestras para organizar a los niños cuando van a entrar en clase, haciendo filas monocolor, o para clasificarlos en los juegos.

Estos niños y niñas son la élite de Zeway, con una población de unas sesenta mil personas. No porque sean ricos, de hecho muchos de los niños escolarizados no pueden pagar el bir (0,1 euro) que cobran al mes las salesianas para que las familias se acostumbren a hacer un pequeño esfuerzo y también para que valoren lo que reciben como algo no gratuito. Son la élite porque van más o menos limpios pues las duchas de la misión también se abren los domingos, y van más o menos vestidos y calzados y tienen la posibilidad de estudiar para salir un día de la miseria. Son los privilegiados.

¡Pero aún queda tanto por hacer! Solo unos meses atrás el comedor de la misión daba una media de cinco mil comidas diarias: fafa, una papilla parecida a la maicena, enriquecida con vitaminas. Las hermanas, sister, como las llaman a ellas y a todo blanco que pase por la calle sea hombre o mujer aunque nada tengan que de religiosos, saben desde su fundación que la educación es lo único que hace libre a un pueblo de elegir su destino. Esta es una rara libertad en Etiopía. Pero mientras ellas educan a los más de mil quinientos alumnos desde párvulos hasta el tercer grado de la escuela tecnológica de informática o el segundo grado de corte y confección, dan de comer a los que si hoy no lo hacen mañana estarán muertos.

En mi primera salida a los poblados que circundan la misión llegamos a Boromo Wilicho.Las hermanas están orgullosas, con razón, porque todo el poblado ha sido alimentado en la misión y salvado de la muerte. Al ver llegar el Land Rover todos salen a recibirnos: sister, sister, repiten niños y adultos mientras tironean de nuestras manos colgándose de ellas y empujándose unos a otros en busca del puesto más cercano para caminar a nuestro lado. Eso es lo único que de momento puedo hacer por ellos, dejar que impregnen mis pulcras y blancas manos con su miseria y responder a su sonrisa con otra mayor.

El poblado, como la mayoría, consta de chozas de adobe con troncos de madera colocados horizontalmente para trabar la mezcla de paja y barro. Están dispersas entre las características acacias africanas de pobre follaje que se asemejan a un paraguas abierto. Los bajos de las chozas hay que remozarlos cada año si llueve porque el agua arrastra el adobe de la parte inferior y va minando la base hasta hacer peligrar la estructura. Sin embargo en esta zona la lluvia es un bien escaso. El suelo comienza a verdear pero tan escasamente que ni una cabra puede alimentarse y es frecuente verlas trepadas en las acacias intentando alcanzar las hojas más bajas. Pero tampoco importa el verde. Muy pocos tienen animales. Sólo hay un ternerito tembloroso en una de las chozas de Boromo. Esa es la mejor cuenta corriente y la única que vale cuando hay sequía.

Pero Boromo Wilicho es un poblado afortunado no solo por haber sobrevivido a la hambruna de hace unos meses, sino porque además las salesianas han construido un pozo para que nunca más la sequía pueda atentar contra sus vidas. Un pozo de unos cincuenta metros de profundidad cuesta alrededor de seis mil euros. Pero el agua solo se encuentra tan superficial cuando la distancia que separa al poblado del lago no es muy grande. En cuanto nos aproximamos a las montañas el agua puede hacerse esperar hasta los doscientos metros de profundidad y entonces el pozo cuesta siete, ocho, diez veces más. Entonces el rugir de la perforadora tapa los cánticos de las mujeres pidiendo que llegue el agua.

El sueño de estas mujeres es el mismo que el de las hermanas: que se construyan pozos y escuelas por doquier. Y eso es lo que las salesianas vienen haciendo desde hace medio siglo que llegaron al continente africano.

La palabra pozo en los países sin desarrollar donde la sequía es una constante, significa muchas cosas. Significa empezar a liberar a las mujeres de una existencia más parecida a la esclavitud o a la vida de los animales que a la de los humanos. Ellas son las mutiladas, las prostituidas, vendidas o en el mejor de los casos entregadas en matrimonio cuando todavía no han tenido su primera menstruación. Ellas son las que caminan una, dos, tres horas diarias para conseguir agua de beber mientras sus esposos, sus dueños, si es que no las han abandonado después de contagiarlas y preñarlas cada diez u once meses, parlotean y deciden lo que hay que hacer en el kabele (agrupación de chozas menor que un poblado pero con organización jerárquica propia). Pozo significa al menos una cosecha al año, poder sobrevivir, tener un animal, y si además el pozo ha de ser tan profundo que es preciso que tenga un generador para bombear el agua, significa que ha sido mucho más caro pero que también podrá construirse un molino para el grano. En Zeway sólo hay uno y las mujeres acuden a él desde distancias de más de cuarenta kilómetros.

Zeway cuenta con un inmenso y hermoso lago, pero no hay canalizaciones de agua. Una sola calle asfaltada atraviesa el pueblo, es la carretera que conduce hasta la frontera con Kenia. Un conjunto de chabolas de adobe con techo de uralita conforma la mayor parte del conjunto “urbano”. Sin agua corriente, sin electricidad más que en algunas calles, sin alcantarillado, a veces sin permiso de construcción. A estas últimas les llaman Moon houses (Casas Luna) porque se construyen durante el periodo en que la luna les permite ver por la noche y así no piden permiso ni terreno donde construir. La imagen de niños y adultos haciendo sus necesidades en las calles es habitual y la palabra higiene carece de significado para la mayoría.

La misión es el oasis. A ella acuden los que tienen hambre o están enfermos, siempre mujeres con sus bebés. Se les hace el seguimiento del peso. Se paga al médico si han de visitarlo y en ese momento no hay ningún voluntario cualificado para el diagnóstico, casi siempre igual: yardia, malaria, avitaminosis, gracoma, edema por malnutrición... Se les suministran las medicinas recetadas, se les alimenta durante el tiempo necesario entregándoles una cartilla con la que si pueden hacen trampa y come más de uno. Se paga el alquiler de la chabola si ellas no pueden hacerlo.

Rosa tiene siete hermanos. Ella, la mayor, con unos doce o trece (es una falta de educación preguntarles la edad), se ocupa del pequeño que aún no ha cumplido el año y de la que le sigue con menos de tres. Tiene los anticuerpos del VIHS. Su madre tiene SIDA muy avanzado. Llegaron cuando la última hambruna y ya no se han marchado. Las hermanas mantienen a toda la familia pues el padre les abandonó después de “fabricar” al último vástago. Los más pequeños están escolarizados con las hermanas pero Rosa se sale de la edad y aunque no fuera así nunca ha recibido instrucción y no podrían escolarizarla ni siquiera con los que están en primaria. Hasta que encuentre un trabajo que le permita seguir cuidando del bebé y de sus hermanos, habrá que hacerse cargo de esta familia. Si Rosa tiene suerte podrá entrar a servir en alguna casa. Tal vez la fortuna le sonría y consiga ganar 20 bir (2 euros) al mes. Pero el alquiler de su chabola de menos de 20 metros ya cuesta 40 bir al mes y dos kilos de tomate un bir.

Pero Etiopía no es una olvidada del cielo, tan solo de los hombres y en todo caso víctima de la mezquindad capitalista que hace de este rincón del Cuerno de África su estercolero particular. Allí se envía todo cuanto no tiene cabida en los países desarrollados: puertas que no encajan con picaportes que no cierran, duchas y cisternas que no conducen el agua por los circuitos que deben, ropa recogida de contenedores…

Unas tres veces más extensa que España, Etiopía hace gala de un paisaje cambiante. Su belleza natural y su patrimonio histórico aún no han sido adecuadamente explotados. Hermosos parques naturales, inmensos lagos algunos en la boca de un antiguo volcán, exóticas aves y animales ya extinguidos en otras zonas del planeta, etnias aún no contaminadas por la civilización como los Mursi cuyas mujeres son famosas por lucir como signo de belleza en boca y orejas discos de arcilla. Inmensas plantaciones de café, plátano, papaya, algodón, dan contenido a los paisajes. El recorrido por el magnificente valle del Rift nos devuelve a la memoria los tiempos de Lucy, así llamada porque su descubridor estaba escuchando cuando la encontró la famosa Lucy in the sky de los Beatles. Su esqueleto es el más completo encontrado hasta ahora de un homínido de más de tres millones de años de antigüedad. Los templos de Lalibella, literalmente excavados en la roca, han sido declarados por la UNESCO patrimonio de la humanidad y se considera que son la octava maravilla del mundo. El país posee además una rica industria textil y del cuero así como algo más que indicios de poseer yacimientos petrolíferos.

De toda esta riqueza podrá disfrutar un día el bebé al que yo llamé Puente de Dios cuando vi la fotografía que le hicieron las hermanas al llegar a la misión con menos del 60 por ciento de su peso y habiendo perdido incluso el color propio de su raza por falta de melanina. Puente de Dios está ahora limpio, reluciente, gordito, como corresponde a sus diez meses. Una familia de acogida a la que las hermanas pagan su manutención lo tendrá hasta completar su proceso de adopción que ya ha comenzado. Puente de Dios es la imagen de ese monte del que yo tomé el nombre que está a 500 kilómetros al sudoeste de Addis Abeba. Un monte que sirve de unión a dos lagos muy diferentes, como la vida de este niño antes y después de llegar a la misión en brazos de una caritativa vecina de su madre, muerta durante la última hambruna. El lago a la izquierda del monte desde el mirador del hotel Bekele Molla se llama Abaya y sus aguas son de color chocolate, como la piel de Puente de Dios, y son tranquilas y remansadas, como será la vida de este niño en adelante. A la derecha del monte se encuentra un lago muy distinto del Abaya. Es el lago Chamo. Sus aguas están infestadas de cocodrilos, dicen que los más grandes de África. Sólo los pelícanos conviven en paz con ellos. Así prometía ser la vida de Puente de Dios, si hubiera sobrevivido, de no haber llegado a la misión salesiana.
PD. Si quieres ayudar no necesitas ir a Etiopía. Ayuda a tu vecino, a tu hermano, pero si deseas echar una mano a esta gente puedes contactar con la Embajada Española en Addis Abeba y si tu preferencia está con las salesianas
www.salesianas.com