El traje de madera de pino

Agustín “er perdío” tenía una parcela de treinta por cuarenta metros junto a la carretera. Allí iban a parar las tablas que le sobraban de los ataúdes que construía en su taller de carpintería y, poco a poco, fueron tomando la forma de algo parecido a una casa. “Me distraeré con el ir y venir de los coches”, pensó. Pero la casa era tan pequeña que no había lugar para un cuarto de baño y “además”, decía para sí, “cuando esté moviendo las tripas no voy a poder ver a la gente que pasa” y fue así como se le ocurrió la solución perfecta. Se fue al Campo de los Cuervos donde la gente de Baeza se deshacía de los trastos viejos y allí se hizo con una nevera Kelvinator de dos puertas , se la llevó a su parcela , la vació por dentro y puso dos asas en el interior, quitó el fondo y cavó una fosa en el suelo. Cuando sentía el apretón allá que se iba y entre retortijón y retortijón asomaba la cabeza por la puertita del congelador. Cuando el agujero se llenaba enterraba las huellas de su obligada visita y trasladaba el tinglado valiéndose de las asas que colocara para tal fin a la altura de sus manos, recomenzando el proceso en un nuevo emplazamiento.
Desde su atalaya privilegiada decía dominar el tráfico y cuantos pasaban murmuraban “mira ahí está er perdío tan agustín”. Le habían puesto ese apodo porque siempre andaba borracho y en más de una ocasión tapa y caja no encajaban por lo que los pedidos cada vez iban a menos y se pasaba el día en su “casa de recreo”, aunque decía que no entendía : “Cómo se ponen por na” porque total luego se le clavaban unas punticas a la tapa y el muerto no se salía, en cambio nadie se enfadaba ni se molestaba cuando al muerto le echaban “una jartá” de tierra por encima .
Agustín se consideraba más que un carpintero un filósofo, decía que lo importante no era el tamaño sino el hábito, ya que iba a ser el definitivo, así fue como se hizo el suyo, se lo llevó a la parcela y todos los días se echaba en él la siesta para “hacerse el cuerpo al traje”.

No hay comentarios: