Una joya en el corazón del Sahara


El Parque Nacional del Tassili
El mayor museo al aire libre del mundo de pinturas rupestres


"El desierto no se cuenta, se vive”, decía el malogrado escritor nigeriano y reconocido líder tuareg Mano Dayak, responsable de localizaciones de la película El cielo protector, basada en la novela de Paul Bowles. Y no le faltaba razón pues no hay palabras capaces de hacer resucitar el impacto de sus paisajes.

Situémonos en el sudeste de Argelia; entre Libia, Níger y Mali se encuentra posiblemente el mayor museo al aire libre del mundo de pinturas rupestres prehistóricas. Más de 15.000 dibujos y grabados, cuyo origen se remonta al año 10.0000 a.c., ornamentan lo que hoy es un desierto rocoso en el Parque Nacional Tassili N´Ajjers, incluido desde 1982 en la Lista de bienes del Patrimonio Mundial por la UNESCO por su valor geológico, de una abrupta belleza que invita por sí misma al turista de aventura.

Recorrer este paisaje lunar guiados por expertos Tuaregs, los “hombres libres”, como se autodenominan, nos permite revivir los primeros siglos de nuestra era a través de las escenificaciones de migraciones, de la climatología, de la vida cotidiana de los habitantes de la Edad de Piedra del Sahara, en otro tiempo bañado por abundantes ríos y bendecido con verdes pastos y ricas cosechas.

Pero como sucede con todo lo bueno es preciso hacer méritos para alcanzarlo, y llegar a la meseta del Tassili no es la excepción.

Argelia es un país con una democracia joven. Sus habitantes hablan en su mayoría francés, además de árabe, debido a la colonización francesa que terminó en 1965, son gente amable de una eficacia poco occidental, cargada de reglas de seguridad y protección cuya utilidad puede ponerse en tela de juicio. Aquí los Tuareg, los hombres que se cubren el rostro en lugar de hacerlo las mujeres a partir de la pubertad, forman una población de unos 25.000 habitantes.

No podemos entrar al país con prismáticos, están prohibidos y serán requisados en el aeropuerto hasta la salida. No podemos llevarnos nada que se considere parte de su patrimonio (incluidos saquitos con arena del desierto).

La ascensión a los parajes donde se encuentran las pinturas más conocidas de la “Meseta de los bueyes” (Tassili N´Ajjers en la lengua de los tuareg, “tamahaq, tamajaq, o tamasheq”) es dura para quienes no están acostumbrados a hacer marchas, a realizar subidas sin caminos marcados y por terreno pedregoso o para quienes el calor es un inconveniente, pero el espectáculo geológico y artístico merece cualquier esfuerzo.


Djanet: la puerta del Tassili N´Ajjers
Volamos rumbo a ese ansiado destino 1.500 kilómetros al sudeste, próximos a la frontera con Libia, desde la única capital del mundo que posee tres teleféricos, Argel, hasta el corazón del Sáhara, un desierto de ocho millones de kilómetros cuadrados, hasta alcanzar el aeropuerto de Djanet.


Djanet, con unos cuantos miles de habitantes, es el oasis más próximo a la zona por la que se asciende al macizo de 114.000 km cuadrados donde se encuentran las pinturas rupestres objetivo de nuestro viaje. En él tienen sede las agencias de viaje que organizan las visitas al Parque Nacional del Tassili N´Ajjers, con un pequeño museo etnográfico, un zoco con algo de artesanía local y un solo hotel, el Zriba, con algunas habitaciones con ducha.

A las afueras otro Hotel el Tenere, de parecida categoría, con aire acondicionado, pero sobre todo situado en un enclave en el que se disfruta de unas hermosas vistas del macizo al que ascenderemos por la mañana.

Temprano, aunque no lo suficiente pues ya el sol está calentando, comienza la ascensión al macizo de formación volcánica de unos 480 km de longitud, por el puerto de Tafalelet y conviene saber que nuestro objetivo se encuentra a 1.400 metros s.n.m y que partimos desde unos 1.000.

Los guías tuareg nos proporcionan la comida y el agua mineral necesaria pero cada cual debe transportarlo. Es bueno beber poco, llevar algún humidificador para las fosas nasales, protector solar de protección 30 o más, gafas de sol, calzado muy cómodo y resistente para caminar entre piedras de gres en un ascenso sin senderos donde a veces es preciso trepar. Unas cuatro horas con varias paradas para recobrar el aliento y para tomar un bocado que nos permita recuperar el azúcar que perderemos en el esfuerzo, nos separan de una gran planicie por la que caminamos cuatro horas más sobre un suelo de piedra volcánica.

La comida para toda la estancia en la meseta y el equipaje irán en burros que suben por un camino más largo y menos escarpado.


El paisaje es sobrecogedor por lo abrupto, pero como el calor va apretando conforme avanza el día es preciso no detenerse más que lo imprescindible para recobrar el resuello o para impedir que nos afecte el mal de altura. Es mejor no preguntar nunca ¿cuánto queda? La respuesta, si la hay, además de una sonrisa, será imprecisa y poco informativa pero absolutamente real, pues cada grupo, cada persona, tienen un ritmo y hay que respetarlo. En un recorrido que los tuareg pueden realizar en 1 hora, nosotros tardamos el triple.



El ritual de los tres tes
Por fin llegamos a nuestro campamento dejando atrás quebradas, cañones y gargantas que en otro tiempo fueron testigo de verdes valles transitados por pueblos casi siempre nómadas.

Los burros ya han llegado y el cocinero prepara la cena mientras otros ayudantes se ocupan del te.

Los tuareg beben tres tes con hierbabuena y azúcar: se dice que el primero es amargo como la muerte, el segundo fuerte como la vida, el tercero dulce como el amor. Dicen también que aquel que habiendo llegado en el momento de prepararlo no desea participar del ritual, ha de avisar pues si no dice nada y no los bebe, estará obligado a pagar por ellos.

La cena llega inmediatamente después, harira (la sopa), pollo con patata y verdura en salsa, dátiles de postre, a la luz de la lumbre con la que han cocinado y de un pequeño candil de gas amén de una luna casi llena. Enseguida del corro de nuestros acompañantes tuareg comienzan a surgir cánticos y percusión con los bidones de agua vacíos, mientras otros miembros del equipo de acompañantes nos montan las tiendas.

El cielo pintado de estrellas con la constelación de Orión velará nuestros sueños y el silencio se hará rumor.

Tamrit y Sefar
Amanece a las 6 y hace bastante fresco a pesar de estar a finales de abril. Tras el desayuno con pan tostado al fuego y café de puchero salimos para ver las pinturas de Tamrit. Las dataciones están aún sometidas a debate. Entre las más modernas de esta zona se encuentran las figuras de las mujeres con falda.

Desde que el explorador francés Henri Lhote estudiara el Tassili en 1956, los expertos las han clasificado con arreglo al tipo de imagen más representativa en cuatro grupos: el Cazador (6000 a 4000 a.J.C, mediados de la Edad de Piedra); el Pastor (4000 a 1500 a.J.C finales de la Edad de Piedra); el Caballo (1500 a 600 a.J.c); y el Camello (a partir del 600 a.J.C) cuando el Sáhara ya era prácticamente un desierto.

Abrigadas de la erosión del agua y del viento en las oquedades de las formaciones rocosas, reproducen escenas de la vida cotidiana, algunas sorprendentes por lo inmutable de su reiteración a lo largo de los siglos, como la figura del hombre en actitud de pegar a la mujer, si bien las más abundantes escenifican el cuidado del ganado o participación en actos sociales.



Se trataba en un principio de cazadores pues las imágenes no recogen figuras de animales domésticos y en cambio el Bubalus Antiqus (extinto hacia el 5.000 a.c.), las jirafas y otros grandes animales africanos aparecen con profusión.


Coincidiendo en parte con este momento estaría lo que otros científicos como Lhote han denominado el periodo de las Cabezas Redondas con un gran contenido simbólico que sería consecuencia de manifestaciones de orden ritual o religioso. Este es el caso de una de las representaciones más conocidas, el llamado Gran Dios, situado en la zona de Sefar, adonde llegamos por la tarde tras una buena marcha de varias horas.

El regreso y la visita del Oasis Ihr
De regreso a Tamrit encontramos a los burros y nuestro equipo de acompañantes en el mismo campamento de la última vez. Nuestro guía, Laid, nos conduce con increíble precisión, girando en puntos donde una piedra, un montículo de arena más rojiza o alguna acacia semiseca son la única referencia para cambiar el rumbo. Seguimos viendo pinturas en Tan Zumaitek por la tarde tras haber cruzado la zona de Tin Tazarift (más planicie de suelo volcánico) y a la mañana siguiente nos despedimos del pequeño pájaro del desierto, el mula mula, una tarabilla blanca y negra, que nos ha acompañado en todas nuestras paradas y se dice que siempre es portador de noticias. Luego comenzamos el descenso.

La ducha en el Tenere se agradece más que si se tratara de un hotel de lujo y este placer no es más que un pequeño anticipo de nuestra excursión al día siguiente al Oasis Ihr.

Apenas 200 kilómetros nos separan de este bello paraje pero es preciso casi el día completo para alcanzarlo pues buena parte de ellos se realizan a través del desierto de arena.

En el camino una magnífica sorpresa: los grabados de Tin Teghert en la depresión de Dider. Aquí hay un vigilante que nos “invita” a descalzarnos para poder pisar sobre la piedra en la que se dibujaron bueyes, jirafas, gacelas, con magnífico trazo y nitidez. Algunos de estos animales tienen grandes dimensiones (incluso mas de cinco metros) y en el interior alojan multitud de pequeños diseños.

Seguimos camino a Ihr y comemos bajo una espléndida acacia que casi en solitario adorna la gran extensión de arena en la que unos cuantos dromedarios descansan impasibles bajo el sol. Mahdi, nuestro conductor y guía, nos muestra el libro que ha editado con una artista francesa con los proverbios tuareg que el conserva en su memoria. Leemos y comemos y, mientras descansamos, Mahdi se ocupa de preparar los tres tes.

Alcanzamos el oasis al atardecer y nos acomodamos en el único “camping”. La “ducha” es un cuartito efectivamente con un plato de ducha pero sin agua corriente por lo que el sistema es echarse un cubo de agua del tiempo (es decir más que templada) por encima. Una serie de cabañas circulares de barro y piedra con techumbre de paja y suelo de arena completan el camping y preferimos dormir bajo el techo del mundo desde el que miríadas de pequeñas luces nos alumbran.

Mahdi nos enseña juegos de inteligencia y astucia y por la mañana nos despierta el olor al café de puchero que nos ha preparado precediendo unos minutos a nuestro baño en las frescas y limpias aguas del oasis.

Todavía con el pelo húmedo emprendemos el regreso y comemos bajo otra acacia próximos a una planta a la que Mahdi denomina kranka (Calotropis Procera). Aunque de hermoso aspecto, su savia blanca es altamente venenosa y puede producir ceguera, pero los dromedarios comen su fruto hueco, parecido a un mango verde.

Con el calor nuevamente adherido a nuestro cuerpo proseguimos camino. El cielo empieza a enturbiarse y apenas se distingue de la línea de arena del horizonte. Poco a poco se nos echa encima y ya no vemos nada más que una masa turbia de aire. Mahdi tiene que detener su Toyota 4x4, la arena azota los cristales y envuelve nuestro proverbial refugio. Pensamos que se trata de una tormenta de arena pero Mahdi nos saca del error: solo se trata de una ventisca.

Durante algunos minutos la visibilidad es nula y cuando por fin vuelve a distinguirse el gris del asfalto y reanudamos la marcha, poco a poco la arena va siendo reemplazada por una fina lluvia que embadurna todos los cristales. Lo de menos es que las escobillas del limpia parabrisas no funcionan.

Bañados en fina arena, pero sin nada que lamentar, llegamos a Djanet donde pasaremos la noche previa al recorrido por las dunas de Erg Admer.

El desierto de Tikoubaoun, lecho marino, y las dunas de Erg Admer
Los macizos de dunas constituyen el 20 por ciento de la superficie del Sahara palabra que, por cierto, en árabe significa desierto.

Por la mañana nos encaminamos hacia una tumba cuya leyenda mantiene que en ella se encuentra una mujer embarazada que iba en una caravana de 200 o 300 dromedarios en los tiempos de las grandes migraciones. Al acercarse a pocos metros de una gruta que decían que estaba maldita, la mujer falleció antes de dar a luz. Allí mismo se dilucidó si podrían sacar al bebé pero finalmente decidieron enterrar a ambos. Según la leyenda el bebé salió del vientre materno y se dirigió gateando hasta la gruta. Cada mañana las huellas de un bebé se veían marcadas en el recorrido que iba de la gruta a la tumba y en sentido inverso y desde la gruta se oía un llanto de niño.

Llegamos por la tarde a las dunas donde pasamos noche tras una espectacular puesta de sol que contemplamos encaramados a una de sus crestas. La arena bajo nuestras tiendas y el cielo estrellado son los únicos acompañantes de la despedida.

De vuelta a Djanet nos detenemos ante una tumba prehistórica con piedras colocadas en forma circular y más adelante en una de las zonas en las que mejor se aprecian, sobre un suelo calizo, fósiles de caracoles marinos, testimonio indudable de lo que un día, hace miles de años, fuera lecho marino.

Recomendamos:
Los grupos suben al Tassili desde el 21 de septiembre hasta finales de abril
Hay que llevar ropa de algodón y preferiblemente de manga larga y pañuelos para cubrir el cuello
Algo para cubrir la cabeza
Mochila
Protector solar fuerte y protector labial
Algún spray nasal para humedecer
Calzado resistente y cómodo
Calcetines
Ropa de abrigo para la noche sobre todo en la época invernal
Toallitas húmedas para el aseo en el desierto
Gafas de sol
Lentillas desechables para quien las utilice
Tiritas especiales para ampollas
Un pequeño botiquín
(mercurio cromo, gasa, venda para torceduras, crema antiinflamatoria, crema para quemaduras solares, antidiarreico)


ESPAÑA


91 473 83 98 - 91 298 76 43

ARGEL
Agencia de Viajes
Volga Voyages en Argel
09 Roue Neuve Bouzareah ALGER
Tel/Fax +213 (0) 21 90 23 41
Email:
volgavoyages@yahoo.fr
Contacto: RADJEB Djamel

Restaurante El Djenina (El Jardín)
10 Rue Franklin Roosevelt
ALGER
Tel. 213 (0) 21 74 40 26

DJANET
Hotel Tenere en las afueras de Djanet
Ducha en las habitaciones y aire acondicionado
Comida razonable